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La lección de Dortmund
Fútbol | Liga de CAmpeones

La lección de Dortmund

Los blancos celebran el pase a su cuarta semifinal de ‘Champions’ pero hacen autocrítica y asumen que pierden el control en los grandes partidos de esta temporada.

Ignacio Tylko

Miércoles, 9 de abril 2014, 21:22

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«Decimos siempre que hay que aprender de estos partidos, pero nunca aprendemos». Con un hilo de voz casi tan fino como su físico y su técnica, el croata Luka Modric desgranó en las tripas del Signul Iduna Park el sentir de la plantilla del Real Madrid, preocupada a pesar de que el club acababa de alcanzar su cuarta semifinal consecutiva de Liga de Campeones y salir vivo ante un encoraginado y orgulloso Borussia Dortmund. Se había hecho el silencio en el estadio más ruidoso de la Bundesliga cuando el centrocampista compareció ante los medios y, en un castellano discreto, advirtió de lo que puede suceder si el equipo de Carlo Ancelotti no cambia de imagen y de registro en las grandes citas.

El traje oscuro del Madrid le sirve hasta ahora para comparecer en citas rutinarias, reuniones desequilibradas de final previsto o pequeñas fiestas, pero se le arruga en las galas. De momento, ante todos los rivales de enjundia y en todos los partidos de postín de este curso, a estos jugadores y cuerpo técnico del Madrid no les llega la camisa al cuello. Y a partir de ahora todo son finales, un máximo de tres en Europa, la de Copa del Rey del miércoles próximo ante el Barça en Mestalla, y las seis de Liga, donde los merengues dependen más de los tropiezos de rojiblancos y culés que de sus aciertos.

La expedición madridista dejó Renania del Norte-Westfalia con el miedo en el cuerpo y sin alardear por la clasificación sellada. «Hay que estar contentos pero también reflexionar, sobre todo por lo ocurrido en la primera parte», insistió Sergio Ramos. Otro de los capitanes, Iker Casillas, reconoció que en el descanso hicieron autocrítica en el vestuario y habló de la agonía sufrida como un «toque de atención a todos que vendrá bien para los partidos decisivos que llegarán más adelante». «Hemos sufrido demasiado y estos errores no pueden suceder en semifinales», concluía el portero, determinante con un par de intervenciones de esas que sus fervientes seguidores consideran antológicas y sus críticos minusvaloran porque entienden que prácticamente los delanteros le tiraron al muñeco. Un debate recurrente y extremista en el Madrid.

Suspiran por Cristiano

El primero que se quejó de la forma de pasar de ronda fue el propio Carlo Ancelotti, quien admitió que su equipo tuvo miedo en algunas fases del duelo y que Casillas salvó la eliminatoria. «No me gustó la manera en la que nos hemos clasificado. Después de fallar el penalti nos llegó un poco de temor y por eso no jugamos, sólo defendimos. Y cometimos errores en defensa importantes. Necesitábamos el control del juego y no lo tuvimos», esgrimió el preparador transalpino a la hora de las conclusiones. Carletto, como todo el madridismo, suspira por la pronta recuperación de Cristiano Ronaldo, al que prefirió no poner en riesgo porque el reto es sacarle el máximo rendimiento en la final de Copa ante el Barça y en las semifinales de Champions.

El Madrid evitó una hecatombe histórica pero sobre el club sobrevuelan de nuevo los viejos fantasmas de Alemania, donde sólo había ganado en una de sus 25 visitas desde 1966 hasta el reciente set conseguido en Gelsenkirchen (1-6) ante el Schalke, en octavos de final, con dobletes de Benzema, Bale y Cristiano. Afloran los recuerdos de noches negras ante el Bayern de Múnich pero también frente a rivales de medio pelo como el Kaiserslautern o el Hamburgo, entre otros. En medio del caos surgieron tres figuras destacadas: Iker Casillas, acertado y afortunado, Isco, que jugó con osadía cuando entró en la segunda mitad en lugar de Illarramendi, y, sobre todo, Casemiro. El brasileño entró con inusitada fuerza en el tramo final, sostuvo al equipo en el eje, aportó músculo y robó balones que un sector del Madrid añoraba desde la lesión de Khedira.

El Madrid se mostró en Dortmund como un equipo sin entereza, plano, blando en todas sus líneas e incapaz de no perder un sinfín de balones. Como ya le pasó en San Mamés, en sus duelos ligueros ante el Atlético y por momentos en el Sánchez Pizjuán, se vino abajo cuando sufrió una fuerte presión. Pepe y Ramos se mostraron nerviosos, vulnerables y de lo más imprecisos en las entregas. Carvajal y Coentrao tampoco demostraron ser dos laterales de una primera potencia europea. En el centro del campo, la cita le vino enorme al joven Illarra, que regaló balones impensables en un jugador que costó 39 millones, y superó a Modric y Xabi Alonso, limitado en el aspecto físico y con riesgo de haber sido expulsado con un árbitro más casero que el esloveno Skomina. Arriba, faltaron la pegada de Cristiano y, en especial, muchas más ayudas defensivas del galés Gareth Bale y del francés Benzema. Lo dijo Modric:el Madrid recibió una gran lección en el antiguo Westfalenstadion.

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