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Oficiales del FBI, frente a la casa donde han capturado al sospechoso. / Lucas Jackson (Reuters)
22 horas de agónica persecución
CRÓNICA

22 horas de agónica persecución

Para dar caza al segundo sospechoso la Policía sitió la ciudad de Boston, suspendió todos los transportes y ordenó a los ciudadanos que se quedaran en casa bajo llave

MERCEDES GALLEGO

Jueves, 16 de mayo 2013, 17:30

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Después de pasar toda la noche y todo el día encerrados en sus casas, mientras las autoridades ponían en marcha el mayor despliegue policial nunca visto en una ciudad estadounidense, los bostonianos se lanzaron anoche a la calle para celebrar la captura de los autores de los atentados del maratón del lunes. El balance salomónico satisfizo a todos: uno abatido a tiros, para calmar la sed de venganza, y otro medio desangrado en el hospital, para proporcionar las respuestas que todos buscan.

El mayor de los dos hermanos chechenos, Tamerian Tsarnaev, cayó de madrugada en el primer enfrentamiento con la policía, después de haber matado a un guardia del campus del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y haber robado un coche, con conductor y todo. Según el coronel Timothy Alben, en ese cruce se dispararon más de 200 tiros y explosivos. Tamerian fue declarado muerto en el hospital, mientras que su hermano Dzhokhar, de 19 años, huyó a pie, con un disparo en el cuello y otro en la pierna. Fue su huida la que provocó la impresionante cacería que los habitantes de Boston no podrán olvidar fácilmente.

Dispuestas a convertir la ciudad en una batalla campal hasta que lo cogiesen, las autoridades suspendieron el servicio de metro, autobuses, trenes de cercanías e incluso taxis, cerraron los negocios y ordenaron a los ciudadanos que se quedaran en casa con la puerta y las ventanas cerradas, sin abrir a nadie. Más de 9.000 policías descendieron sobre los suburbios residenciales de Watertown, donde se produjo el enfrentamiento. O sea, uno por cada tres habitantes, que acabaron concentrándose en 20 manzanas, que registradas palmo a palmo. La máxima distancia que en sus cálculos podía recorrer un joven desangrándose, pero se les escapó por una.

A las 6 de la tarde, cansandos y frustrados, los encargados del operativo se presentaron ante la prensa para reconocer que le habían perdido. No podemos seguir sitiando toda una ciudad y un estado, reconoció el gobernador Deval Patrick.

Aliviados, los vecinos de Watertown salieron a la calle para respirar un poco de aire fresco. Uno de ellos, el del numero 67 de la calle Franklin, se encendió un pitillo y paseó por la parte trasera de su jardín. Fue entonces cuando vió manchas de sangre sobre el bote que tiene aparcado allí durante el invierno. Levantó el toldo y le dio un vuelco el corazón. Al principio pensó que era un cadáver, lueo le vio moverse. Salió corriendo y avisó a dos policías que aún seguían en la calle. En cuestión de minutos aparecieron cientos.

Moribundo

¡Vuelvan a sus casas y no salgan!, gritaban a los vecinos. Volvieron las sirenas, los disparos y esta vez, los altavoces. Durante casi dos horas la policía esperó a que el sospechoso se rindiera, con tanta calma que no cabe duda de que no esperaba un contraataque. El chico estaba moribundo, pero consciente, y en algún momento debió aceptar que se le había acabado la carrera de fugitivo. Sólo entonces llamaron a una ambulancia y clamaron victoria.

Hoy nuestra nación está en deuda con la gente de Boston y el pueblo de Massachusetts, agradeció el presidente, en solenmes declaraciones desde la Casa Blanca. Gracias a sus esfuerzos hemos cerrado un importante capítulo de esta tragedia. El primer atentado terrorista en suelo estadounidense desde el 11-S de 2001 ha dejado tres muertos y cerca de 180 heridos, además de muchos amputados.

El triunfo hollywoodense del bien sobre el mal provocó que los jóvenes de esta ciudad universitaria se lanzaran a la calle con gritos patriotas de júbilo, como si hubieran ganado un Mundial de fútbol o capturado a Osama Bin Laden. ¡U-S-A, U-S-A!, gritaban agitando banderas y tocando los claxon.

Obama, sin embargo, les recordó que aún quedan muchas preguntas sin contestar. ¿Por qué jóvenes que crecieron entre nosotros y estudiaron aquí, como parte de nuestras comunidades y de nuestro país recurren a esta violencia?, se preguntó. Por eso la fiscal Carmen Ortiz declaró que, para ella, el trabajo no ha hecho más que empezar.

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