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Miembros de la Guardia Republicana establecen barricadas para proteger el Palacio Presidencial. / Reuters
Egipto: La estrategia Morsi
análisis

Egipto: La estrategia Morsi

Las palabras del mandatario no podrán atenuar el inquietante camino en que ha entrado el proceso constituyente egipcio en los últimos días

ENRIQUE VÁZQUEZ

Viernes, 7 de diciembre 2012, 00:05

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El presidente egipcio, el islamista Mohamed Morsi, dijo casi a medianoche del jueves en un mensaje televisado que "es necesario más diálogo nacional" y que él "no insistirá en mantener sus poderes extraordinarios", pero rehusó aplazar el referéndum constitucional previsto para el próximo día quince para que "el pueblo dé su opinión".

Se puede dar por hecho que sus palabras no podrán atenuar el inquietante camino en que ha entrado el proceso constituyente egipcio en los últimos días.

El presidente había blindado su posición política y jurídica con la emisión de una declaración constitucional que impedía al poder judicial disolver la Asamblea Constituyente (como había declarado nula en su día la elección legislativa) y, por tanto, impediría votar la nueva Constitución. Ese mecanismo, por cierto, fue utilizado a menudo por la Junta Militar que rigió el país durante año y medio sin mayor problema.

Morsi no previó que la reacción de la oposición sería tan intensa, sostenida y seguida por la opinión internacional. Su iniciativa, por extravagante que parezca fue legal porque se enmarca en la Constitución vigente, la de Mubarak retocada en marzo de 2011 solo en lo necesario para levantar el estado de excepción permanente y garantizar elecciones libres. El retoque fue muy mayoritariamente aprobada por referéndum, como es de rigor.

El papel completamente abusivo que se atribuye al poder judicial, incluyendo la posibilidad de invalidar la elección parecía a punto de actuar de nuevo contra la Asamblea constituyente cuya disolución arruinaba la redacción del borrador listo para ser sometido a referéndum, lo que impedían los decretos de Morsi. Y eso era lo relevante, no cesar al Fiscal General del Estado, un simpatizante del viejo régimen.

Hacer política

El borrador estaba prácticamente listo, pero en sus semanas finales lo había sido sin la aprobación de los constituyentes no islamistas, que creyeron ver un ensayo de crear un estado pro-islamista, aunque la mención a la sharía había quedado como estaba en el texto precedente ("fuente principal" de la legislación). La prisa súbita y poco política que Morsi dio al lento y complejo proceso sugería que el presidente se había pertrechado tras los decretos y esperaba -y aún espera- la ratificación popular del texto.

Aunque todo esto era previsible ha sorprendido la viveza de la reacción y el deterioro del orden público, con seis muertos en enfrentamientos entre partidarios y detractores del presidente y está ayudando a la oposición desde el argumento de que una Constitución para todos debe ser resultado de una transacción hasta la última coma. Lectores solventes del texto (por ejemplo, el observatorio USA para derechos humanos) han emitido juicios moderadamente críticos, aceptando progresos pero indicando déficits en lo relativo al estatuto de las mujeres, la no legalización de ciertas religiones (como los Bahai) y un tono impreciso, general, de una tonalidad islámica que siendo culturalmente inevitable puede parecer excesiva.

En cualquier caso, parece que el presidente, obsesionado con cierto fundamento, con la posibilidad de que los viejos jueces vetaran de nuevo el genuino proceso social y político en curso, no ha sabido hacer política tal vez por falta de práctica: la Cofradía no tiene la menor experiencia porque ha estado prohibida prácticamente desde su fundación y solo ha gozado de algunos paréntesis de tolerancia.

Retomar aire

Con todo, Morsi no es un aficionado, se sabe respaldado por la mayoría compacta que ganó de calle la elección parlamentaria y tal vez sigue una estrategia planificada. Por ejemplo: si él renunciara a los poderes autoatribuidos en su "declaración constitucional" y estuviera de nuevo inerme ante una eventual decisión del poder judicial ¿osarían los jueces disolver la Asamblea que la redactó? Eso sería a su vez legal porque los grandes restos de la constitución de Mubarak aún vigentes lo permiten, aunque hay también hay dudas al respecto pero sería moral y políticamente inaceptable.

La única solución disponible parecía simple: Morsi aplazaría el referéndum constitucional y en el tiempo adicional que se pactara se negociarían cambios en el texto capaces de tranquilizar a la mezcla de liberales, izquierdistas y gente del régimen depuesto, ahora muy visibles y desinhibidos. Y los jueces renunciarían a su vez a inhabilitar el proceso en marcha en lo que parece una sobreactuación indefendible en términos políticos. Pero nada de eso parece fácil hoy.

Finalmente, es imposible soslayar el hecho capital de que los islamistas han ganado limpiamente las legislativas (si se le suman los salafíes y la Gamaa Islamiya, mucho más radicales sobrepasan ampliamente los dos tercios del parlamento) y el propio Morsi triunfó en la presidencial. La oposición tampoco puede ignorar estos hechos ni limitarse a escudarse en un poder judicial trufado de adversarios y que dispone de poderes inhabituales e inaceptables en Occidente.

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