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Llegada a la cueva de San Adrian
El Camino de Santiago renace con los nuevos peregrinos

El Camino de Santiago renace con los nuevos peregrinos

Los visitantes llegados a Galicia de los cinco continentes "superan ya, con cerca del 55%, a los nacionales"

COLPISA

Miércoles, 27 de agosto 2014, 11:29

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Pese al intenso dolor tras ocho días caminando, Federica Simonetto sonríe y se hace una foto que cuelga inmediatamente en las redes sociales: con un aire nuevo, los peregrinos del siglo XXI sostienen la tradición medieval del Camino de Santiago. "Me hago una o dos fotos al día y en cuanto encuentro un wi-fi las publico en todas las redes sociales", dice esta enfermera italiana de 38 años, tras posar en Lavacolla junto a uno de los últimos hitos de este camino milenario.

Junto a una amiga caminó 200 km, los últimos cuatro días con dolor en los tobillos. "Pero soy enfermera, me medico y sigo andando", afirma entre risas, adelantada por decenas de peregrinos que, ayudándose de un bastón, cargan con sus mochilas adornadas con las tradicionales conchas de vieira y todo un clásico como las cantimploras de calabaza. Como ellas, cada vez son más las mujeres que hacen el camino, muchas solas, especialmente extranjeras. Y es que los visitantes llegados a Galicia de los cinco continentes "superan ya, con cerca del 55%, a los nacionales", señala Nava Castro, directora de Turismo del gobierno gallego.

"Durante siglos hubo peregrinos europeos, pero ahora vemos nuevas nacionalidades que están aumentando muchísimo, como los coreanos por ejemplo, japoneses y estadounidenses", explica Inma Tamayo, que acoge a los caminantes en la Oficina del Peregrino en Santiago de Compostela. Las estadísticas muestran un auge de participantes en pocos años: si en 2005 eran 93.924 (con un 43,7% de extranjeros), en 2013 fueron 215.880.

Entre los motivos: un viaje poco costoso -avanzando a pie y durmiendo en albergues- para unos españoles afectados por la crisis desde 2007 y la fuerte promoción internacional realizada por el gobierno gallego en lugares tan lejanos como Australia, Corea del Sur o Brasil. "¡En Japón el Camino ahora es muy famoso!", exclama Ryoichi Fujioka, jubilado de 64 años que, tras recorrer 780 kilómetros desde Saint-Jean-Pied-de-Port, en el sur de Francia, llega a la catedral donde según la tradición cristiana están enterrados los restos del apóstol Santiago, ante los que desde el siglo XI se postran los peregrinos.

Si alemanes e italianos son desde hace tiempo los más numerosos, los estadounidenses duplicaron su presencia en pocos años, especialmente tras el estreno en 2010 de la película 'The Way', protagonizada por Martin Sheen, cuyo padre era gallego. "Marcó un punto de inflexión", reconoce Castro. Además de los orígenes, también cambian las motivaciones, para la mayoría ya no puramente religiosas.

"Estaba harta de mi trabajo y necesitaba pensar", explica Ashley Heekyung Ha, una publicista surcoreana de 30 años, que llega exhausta al albergue de Ribadiso, a unos 40 km de Santiago, en el denominado Camino Francés, el más antiguo de los siete trayectos y el más transitado.

"Necesitaba ir a un lugar donde pudiese explorarme a mí misma y explorar algo desconocido", agrega, celebrando la fraternidad entre los peregrinos y la diversidad de personas que conoció pese a comenzar sola. "Lo hemos hecho por la aventura y por el logro", afirma Chris de Jong, informático canadiense de 28 años, mientras espera con su novia bajo la viña que cubre el patio empedrado de la oficina del peregrino, para obtener la famosa Compostela.

Los albergues

Escrita en latín, ésta certifica que el peregrino recorrió al menos los últimos 100 km a pie o 200 km en bicicleta, sellando su credencial en las iglesias y albergues del trayecto. El de Ribadiso, abierto en 1993, acoge a 62 personas entre los muros de piedra de un antiguo hospital de peregrinos del S.XIII, a cuyas puertas los caminantes dejan sus botas para curarse los pies y descansar unas rodillas inflamadas por etapas de 20 o 30 km cruzando bosques, campos, aldeas y ciudades.

"El peregrino antes dormía en los pajares, en las iglesias, en los portalones y se bañaba en el río", dice su responsable, Dolores Agra, mientras anuncia a los recién llegados que desde hace horas no quedan plazas, y es que una de las consecuencias del éxito es la masificación. "Ahora vienen y preguntan si tenemos wi-fi", agrega, frente a una de las habitaciones comunes donde una decena de teléfonos móviles cargan baterías para la próxima etapa.

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