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Capital de Hispania

Capital de Hispania

Su inmenso pasado ha dejado un rastro apabullante de ruinas que son Patrimonio de la Humanidad barajadas con arquitecturas medievales, modernistas y contemporáneas

GUÍA REPSOL

Miércoles, 6 de mayo 2015, 19:33

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Pocos lugares más romanos, fuera de Roma, que la antigua Tarraco. Fue la capital de una enorme provincia, la Tarraconense, que abarcaba dos terceras partes de la península Ibérica. Y sus murallas cobijaron al mismísimo emperador, Augusto, que pasó aquí dos años, dirigiendo por primera vez el mundo desde una ciudad que no era Roma. Ese inmenso pasado ha dejado un rastro apabullante de ruinas que son Patrimonio de la Humanidad barajadas con arquitecturas medievales, modernistas y contemporáneas.

Primer mañana: El rompecabezas romano

09.00 Una maqueta para entender Tarraco

Para andar por Tarragona, más importante que un plano turístico, es llevar un mapa de la ciudad romana en la cabeza, porque preguntando se llega a todas partes, pero tropezarse cada dos por tres con ruinas que no se sabe cómo encajan es un puzzle imposible que puede llegar a desesperarnos. Por eso los guías profesionales, lo primero que llevan a ver a sus guiados es la maqueta de Tarraco que hay en la Antigua Audiencia, donde se ve muy bien cómo era la ciudad en su momento de mayor grandeza, en el siglo II de nuestra era, con su muralla de tres kilómetros y medio, su circo, sus dos foros, su anfiteatro y todas las demás piezas del rompecabezas arqueológico que nos aguarda ahí fuera. Ya sabemos cómo se arma. Ahora, a disfrutar.

10.00 El Foro Provincial y el Circo

Donde más piezas hay de ese puzzle es en el Museo Nacional Arqueológico, que atesora buena parte de los hallazgos efectuados en la ciudad y su entorno durante más de 150 años de excavaciones. Destacan el lienzo de la muralla romana del sótano, los medallones ciclópeos del Foro Provincial, los mosaicos de los Peces y la Medusa y el busto de Marco Aurelio. También es curioso El Negret, un bronce que representa a un esclavo africano. En la misma plaza se alza la torre del Pretorio, que formaba parte del recinto del Foro Provincial (desde donde se gobernaba la Tarraconense) y en la Edad Media pasó a ser residencia real. En el interior se puede contemplar otra maqueta (ésta, de la ciudad medieval) y el sarcófago de Hippolytus, del siglo III. Lo mejor son las vistas desde su terraza sobre la ciudad antigua, el anfiteatro y todo el campo de Tarragona. Desde el Pretorio se accede también al circo romano . Lo más llamativo son las bóvedas subterráneas que soportaban las graderías. Aquí se organizaban las carreras de carros de dos caballos (bigas) o de cuatro (cuadrigas), que eran el gran espectáculo de la época, el fútbol de los romanos.

13.00 Rambla Nova: la avenida modernista

Cruzamos la rambla Vella y tomamos la calle San Agustín hasta llegar a la rambla Nova, una amplia avenida creada en 1854, donde los tarraconenses vienen a pasear, a ver y a ser vistos. Avanzando por ella, admiramos los edificios modernistas más importantes de la ciudad, como la casa Bofarull, de 1920, con sus finas fajas verticales, las barandillas de hierro y las ventanas con molduras. Al otro lado, se encuentra el Teatro Metropol, construido en 1908 por Josep Maria Jujol i Gilbert, estrecho colaborador de Gaudí, y decorado con fantasiosos motivos marinos. Más adelante, nos llama la atención la característica fachada de ladrillo del Convento de Teresianas, de 1922, y, aunque no es modernista, el monumento a los Castellers (1999), que es un castillo humano de ocho pisos, con 222 figuras de bronce a tamaño real. Desde la rambla Nova llegamos, por la calle d'En Canyelles, a la plaza Corsini. Allí se encuentra el Mercado Central, de 1915, que fue revolucionario por el uso de columnas de hierro colado para aligerar el interior.

Primera tarde: Subiendo a lo más alto

14.00 Cocina tradicional en un barquito

A tres minutos de la plaza Corsini, está el Barquet, donde podemos comer el que quizá sea el mejor arroz negro de Tarragona, calderetas, sepias Este negocio familiar lo llevan, muy bien, los nietos de Angeleta, que lo fundó hace más de medio siglo. Un pescador le auguró que se iría a pique. Por eso ella, de guasa, le llamó Bar Quet (barquito). Y hasta ahora.

15.30 Murallas romanas y medievales

Es sano e instructivo, darse un garbeo después de comer por el llamado paseo Arqueológico, andando entre la muralla romana, de la que se conserva casi una tercera parte (1.100 metros), y la medieval. Por el camino vamos descubriendo la torre del Arzobispo, de base romana y alzado medieval, la del Cabiscol y la de Minerva, así como la estatua de César Augusto (réplica de la famosa escultura original, en Roma) y el monumento a Rómulo y Remo.

16.30 Callejeando por la Parte Alta

El trayecto termina en el paseo de Sant Antoni. Por el portal del mismo nombre, abierto en la muralla romana en el siglo XVIII, entramos en el casco antiguo o Parte Alta y el panorama cambia. Las calles se acortan y estrechan. Bajamos por la calle Granada hasta la de Arc de Sant Bernat, giramos a la derecha y llegamos a la plaza del Fòrum. Aquí se conservan algunos restos de los edificios administrativos romanos. Salimos por el lado contrario, por la calle Mercería, y paseamos por los soportales góticos (zona comercial en la Edad Media, que hoy se anima mucho con el mercadillo dominical de antigüedades y cacharrería varia), que nos conducen hasta la plaza de Santiago Rusiñol. A la derecha, nos encontramos con las escalinatas que conducen al Pla de la Seu, uno de los espacios con mayor ambiente medieval de la ciudad.

17.00 Las ratas de la Catedral

Situados en el Pla, tenemos frente a nosotros la fachada de la catedral de Santa María. Se consagró en 1331 y es un ejemplo de la transición del románico al gótico catalán. Se levanta sobre los restos del antiguo templo de Augusto y cabe destacar en ella el gran rosetón situado sobre el pórtico, presidido por la columna del parteluz con la imagen de la Virgen con el Niño. Ya en el interior nos detendremos ante el retablo de Pere Joan, del siglo XV, y ante el frontal del siglo XIII que narra la vida y los milagros de Santa Tecla, patrona de la ciudad, cuyo brazo se guarda en un relicario. El claustro merece especial atención. Es de planta cuadrangular, con arcos de medio punto combinados con otros apuntados. Data de finales del siglo XII y principios del XIII. Los capiteles y ábacos de las columnas están decorados y cuentan historias como la de la procesión de las ratas. Según la leyenda, un gato engañó a las ratas, que se comían toda la comida, haciéndose el muerto. Cuando las ratas se llevaban el cuerpo del felino a su cubil, éste resucitó y acabó con todas. La visita completa incluye, además de todo lo anterior, el museo diocesano, los restos de muros romanos y la subida al campanario.

19.00 Baixada a la plaza de la Font

Como hemos llegado al punto más alto de la ciudad, toca bajar y, para variar, lo hacemos por la Calle Major. A la izquierda, al lado del antiguo ayuntamiento, hay una Oficina de urismo, donde podemos resolver cualquier duda. A nuestro paso aparecen calles muy especiales, como la de Cuirateries o Cavallers, de sabor medieval, en las que apetece sacar fotos y pararse a mirar las coquetas tiendas. Llegamos a la Baixada de la Misericòrdia. A la derecha, observamos una curiosidad artística: la fachada lateral de una casa de la plaza dels Sedassos, decorada con un espectacular trampantojo. Detrás del edificio aparecen, al aire libre, las ruinas del Circo Romano.

Seguimos bajando por la calle de Sant Domènec hasta la plaza de la Font, la del Ayuntamiento, que es uno de los lugares preferidos de los tarraconenses para sus fiestas. Como las de Santa Tecla, que cada mes de septiembre (diez días antes del 23) convierten la ciudad en un jolgorio de fuegos artificiales, cabezudos y castillos humanos. La plaza está llena de bares y restaurantes que no invitan a dar muchas más vueltas, sino a sentarse a pensar en la cena.

21.00 Salsa romesco y cócteles

Entre los muchos y buenos restaurantes de la zona se encuentran la brasería La Taula Rodona y el restaurante Degvusta. Para una cocina más elaborada, hay que volver hacia la catedral. Al lado se encuentra el AQ. Y a 20 metros está Les Coques. Obligado, en cualquier caso, probar la típica salsa romesco, que acompaña tanto a platos fríos como calientes.

Después, para tomarse unos cócteles y escuchar música en directo, hay dos zonas especialmente animadas: los aledaños de la rambla Nova y la calle Unió, y la Parte Alta. Lugares bien conocidos son el Café Metropol, la sala El Cau, Dotzè, el Museum Café y l'Antiquari.

Segunda mañana: Los mártires de Tarraco

9.00 Un anfiteatro con vistas

La pieza más vistosa del puzzle arqueológico de Tarragona, el monumento romano más visitado, es el anfiteatro.

Construido a principios del siglo II aprovechando la inclinación del terreno, este óvalo de 109,5 por 86,5 metros fue escenario de luchas de gladiadores y fieras y del martirio de cristianos.

El aforo era de unos 14.000 espectadores. Extraordinarias, las vistas que ofrece del mar y la ciudad. Sobre la arena, vemos los restos en forma de cruz latina de la iglesia de Santa María del Miracle, levantada en los siglos XII y XIII sobre una basílica visigótica.

10.30 Tocar ferro y comer galletas

Encima del anfiteatro, donde la rambla Nova se asoma al mar, nos espera el Balcón del Mediterráneo. La tradición es que todo aquel que pasea por la rambla llegue hasta aquí, contemple el puerto y la playa del Miracle, y toque ferro, es decir, el hierro de la barandilla que Ramón Salas diseñó en 1889 para sustituir el muro de piedra que había antes. Otra tradición: ahí al lado, en la terraza de Sirvent, podemos tomarnos una horchata o desayunar unas galletas Maginet, las de toda la vida en Tarragona.

11.30 El otro foro, el local

En Tarraco hubo dos foros: el Provincial, que ocupaba casi todo lo que hoy es el casco antiguo, con un templo dedicado a Augusto en lo más alto; y el Foro de la Colonia, donde se concentraba la actividad pública local, que estaba en la parte baja, en la zona residencial, muy cerca del Mercado Central. Aquí podemos ver columnas, parte de una pequeña plaza, tramos de una calle pavimentada y restos de la basílica y de las tabernae (tiendas que se abrían en los pórticos de la plaza).

12.30 Tumbas hasta en el aparcamiento

Otro espacio arqueológico importante, que forma parte del conjunto declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, es la Necrópolis Paleocristiana. La construcción del edificio de la Compañía de Tabacos hizo que a principios del siglo XX aparecieran las decenas de sarcófagos y mausoleos que vemos, parte de una extensa área funeraria tardorromana, surgida seguramente en torno a los restos del obispo Fructuoso y sus diáconos Augurio y Eulogio, que fueron quemados en el anfiteatro en el año 259. Si nos quedamos con ganas de ver más tumbas, podemos cruzar al vecino centro comercial Parc Central, en cuyo aparcamiento subterráneo se conserva y se visita (con cita previa) el Conjunto Paleocristiano del Francolí, con restos de una villa del siglo IV, una basílica del V y más de 160 enterramientos.

Segunda tarde: Ruinas con ecos de rock

14.00 Rossejat de fideos en el puerto

Después de tan fúnebres visitas, apetece comer con el mar en los ojos, oliendo la brisa y lo que se cuece en el Moll de Pescadors, el puerto de pescadores, y su barrio, El Serrallo. En cualquiera de las terrazas sirven pescadito frito, que horas antes estaba dando respingos en las redes, y un delicioso rossejat de fideos, donde la pasta tostada se acompaña de alioli. Cuatro opciones: LOnada, LAncora, La Puda y Taverna del Mar. Dando luego un paseo por el muelle de Costa, podemos asomarnos, si ya ha abierto sus puertas, al Museo del Puerto para hacernos una idea de la historia marítima de Tarragona. O podemos continuar paseando hasta el muelle de Llevant para saludar a un ilustre tarraconense: el reloj del puerto. Construido en 1922, todavía da las horas en su pequeña torre, sustentada por cuatro columnas jónicas. A sus espaldas, vemos los pantalanes del puerto deportivo y el Reial Club Nàutic, toda una institución en la ciudad. Cuando se fundó, en 1878, le llamaron el club de los chiflados, porque nadie podía entender que se divirtieran remando como pescadores.

18.00 El Puente del Diablo

Aún nos falta, para completar el puzzle de Tarraco, una pieza importante: el acueducto de Les Ferreres. Está a cuatro kilómetros del centro histórico, bien señalizado yendo por la carretera N-240, hacia Valls y Lleida. Construido en el siglo I para llevar el agua del río Francolí a la ciudad, medía 15 kilómetros, pero sólo se conserva este tramo de 217 metros, con dos niveles de arcadas superpuestas. Se puede pasear por el canal elevado, a 27 metros del suelo. Su nombre popular, el puente del Diablo, tiene su origen en la leyenda que dice que Satanás lo construyó en una noche a cambio del alma del primero que lo cruzara. Los que por allí vivían hicieron, listos ellos, que cruzara un burro.

21.00 De la masía al club

Muy cerca, de regreso a Tarragona por la misma N-240, encontramos el restaurante Les Fonts de Can Sala, que ofrece cocina tradicional catalana en una masía centenaria. Y ya en la ciudad, para rematar la jornada, nos aguardan un par de clubes que organizan buenos saraos musicales, más alternativos que los de ayer: La Vaquería y Sala Zero. Por cierto, que las ruinas del Teatro Romano están ahí mismo, en Sant Magí, en la acera de enfrente.

Fuente: Guía Repsol

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