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El templo fue construido por los monjes entre los siglos XIII y XV con estilo mudéjar y tintes góticos. :: archivo
El monasterio de Rueda forma uno de los conjuntos culturales más  bellos de la Ribera Baja del Ebro, en la provincia de  Zaragoza, un lugar donde se respira espiritualidad

El monasterio de Rueda forma uno de los conjuntos culturales más bellos de la Ribera Baja del Ebro, en la provincia de Zaragoza, un lugar donde se respira espiritualidad

Un remanso de paz y silencioIMPRESCINDIBLE

ÁLVARO ROMERO

ZARAGOZA.

Jueves, 22 de marzo 2018, 00:02

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El Monasterio de Nuestra Señora de Rueda se levanta en la pequeña localidad de Sástago, ubicada a menos de 60 kilómetros de la ciudad de Zaragoza. Un lugar de culto donde el bello entorno contribuye a crear el ambiente de paz y sosiego que allí se respira, pues se asienta en la comarca de la Ribera Baja del Ebro, muy cerca del cauce del río que discurre dibujando eses y bañando sus fértiles campos.

El templo, de culto católico, fue construido por los monjes entre los siglos XIII y XV con estilo mudéjar y tintes góticos. Junto a los monasterios de Veruela, Piedra y Casbas, es una de las joyas del arte cisterciense de Aragón, que además todavía conserva la totalidad de las dependencias medievales.

Historia de un símbolo

En el entorno, la fértil ribera del Ebro contrasta con la aridez del desierto de los Monegros

La historia del monumento es extensa y compleja. El año 1182 fue fundamental para su desarrollo, el monarca Alfonso II otorgó el castillo y la villa de Escatrón, actualmente perteneciente al término municipal de Sástago, para que los religiosos levantaran allí el edificio según las formas de la Orden del Cister.

Normas estéticas que se conservan a día de hoy y que han convertido la estructura en un importante símbolo de la Ribera Baja que transmite los valores más arraigados de los cistercienses: silencio, ascetismo, contemplación, austeridad y fe, entre otros. Conceptos religiosos y espirituales que marcaron el día a día de los que allí se instalaron en busca de tranquilidad, retiro y una vida dedicada a Dios.

El Monasterio de Nuestra Señora de Rueda, es bautizado así por la noria que abastecía de agua el complejo. En torno al año 1200 llegaron los primeros monjes y alrededor del 1225 empezó a construirse el templo. Diferentes donaciones y la protección de los monarcas aragoneses le catapultaron hacia su propia 'edad de oro', hasta que a partir del siglo XV comenzó la caída en picado.

La Guerra de la Independencia y las desamortizaciones de Mendizábal obligaron a sus pobladores a abandonar este rincón dejándolo huérfano y deshabitado. En 1924 fue declarado Monumento Nacional y, en los últimos años el Gobierno de Aragón, a través de sus órganos turísticos, ha trabajado para rehabilitar y restaurar el cenobio con el objetivo de convertirlo en una atracción turística más, abriendo de nuevo sus puertas al público mediante visitas guiadas.

La mágica Ribera Baja

El entorno que rodea el Monasterio de Rueda regala una importante riqueza natural, no solo en cuanto a fauna y flora se refiere, también en bellos paisajes que son dignos de visitar e inmortalizar en forma de fotografía. El paso del Ebro por la comarca brinda el elemento más importante para la vida, el agua. Gra cias a ella las riberas del río garantizan una tierra húmeda y fértil aprovechada por los hortelanos para el cultivo de huertas y frutales, imagen que contrasta con la aridez de las tierras del cercano desierto de los Monegros, al norte.

La región de la Ribera Baja del Ebro ocupa cerca de 1.000 kilómetros repartidos en ambos márgenes del río que discurre dibujando espectaculares meandros, haciendo las veces de columna vertebral del territorio. Aún se conservan emplazamientos romanos y legados visigodos y árabes. Herencia que se aprecia en la arquitectura local, en sus gentes y en su gastronomía. Fortalezas, antiguas norias y molinos decoran un paraje poblado por diez municipios y algo más de 9.000 habitantes.

La agricultura sigue siendo la base de su economía y el clima provoca que el grueso de los cultivos sea de secano, destacando sobre todo en la producción de cereales y forrajes. Además, alberga el yacimiento de alabastro más importante del mundo, formado por más de treinta millones de toneladas de mineral.

Silencio cisterciense

En los conventos aragoneses reina el silencio pues son lugares atrapados en la calma construidos hace siglos en parajes idílicos elegidos a conciencia. Allí vivieron reyes, nobles, eruditos y religiosos que buscaban inspiración.

El Monasterio de Piedra es el mejor de los ejemplos. Un precioso complejo cisterciense del siglo XIII levantando en la localidad zaragozana de Nuévalos, junto al río Piedra, ocupando parte del Parque Natural homónimo, recurso turístico por excelencia de la provincia.

Rehabilitado en el año 1995, el visitante lo puede conocer a través de una visita guiada adentrándose en el modo de vida y costumbres de los monjes, visitando dependencias tales como: la Sala Capitular, el Museo del Vino Denominación de Origen Calatayud y el Retablo Tríptico Relicario que data del año 1.390, entre otros.

De igual relevancia es el Real Monasterio de Santa María Veruela, situado cerca de la localidad de Vera de Moncayo, en Zaragoza, ocupa parte del valle formado por el río Huecha. Gracias a sus singulares formas se consolida como uno de los templos religiosos más bellos y mejor conservados del territorio aragonés y, junto a los de Rueda y Piedra, forman el conjunto de cenobios cistercienses más importantes de la Comunidad Autónoma. Además, se caracteriza por ser la primera fundación de la Orden de Císter en Aragón, fechada en 1145.

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