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Madrid. Imagen de la ampliación del Museo del Prado, obras ejecutadas entre 1998 y 2007. ::
Rafael Moneo se desnuda

Rafael Moneo se desnuda

El Museo Thyssen alberga hasta el 11 de junio una exposición sobre el arquitecto navarro que diseñó, entre otros, el Ayuntamiento de Logroño

L.R.

Viernes, 7 de abril 2017, 10:03

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Probablemente no haya nadie más alejado de la imagen de arquitecto-estrella que Rafael Moneo. Y eso que este tudelano nacido en 1937 podría presumir de haber cambiado con sus obras la fisonomía de las principales ciudades de España. Pero no lo hace. Se limita a escuchar los elogios con la mano tapándose la cara y afirma: «Me siento tan abrumado que me gustaría escaparme de mí mismo».

Lo que abruma a Moneo es la sucesión de elogios que le dedican el director artístico del Museo Thyssen, Guillermo Solana; el presidente de la Fundación Barrié, José María Arias, y los comisarios José Manuel Barbeito y Francisco González de Canales en la presentación de la retrospectiva 'Rafael Moneo. Una reflexión teórica desde la profesión. Materiales de archivo (1961-2016)'.

La muestra se puede visitar hasta el 11 de junio en el Thyssen, el museo al que hace ahora 25 años Moneo insufló alma diseñando su rehabilitación: 121 dibujos, 19 maquetas y 152 fotografías que recuerdan 52 proyectos del primer español en lograr el Premio Pritzker, el Nobel de la Arquitectura, en 1996.

Fue el propio barón Thyssen quien quiso que el arquitecto navarro se encargara de acondicionar el Palacio Villahermosa para que acogiera su colección. Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza había visitado el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, de cuya rehabilitación se encargó Moneo, y quedó maravillado. Un cuarto de siglo más tarde, el Museo Thyssen se ha convertido en una de las obras más icónicas del arquitecto, un hito en una carrera «de continuidad pero sin renunciar a la libertad de interpretar cada lugar», según Guillermo Solana.

Desde la arquitectura

«Mi vida está hecha desde la arquitectura. No soy capaz de explicarme quién soy sin ella», cuenta Moneo, que hace una defensa de la profesión entendida como una adecuación entre el talento del proyectista y el entorno en el que debe insertar su trabajo. «Los edificios hay que pensarlos construyendo una ciudad», asegura el arquitecto, que por eso reniega del estrellato que algunos de sus colegas se encargan de fomentar. «Hoy la arquitectura se dibuja mediante hitos individuales y los arquitectos tratan más de exacerbar la particularidad que de pensar en el conjunto de la localidad en la que están», agrega.

DILATADA CARRERA

  • Rafael Moneo estudió la carrera en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Fue discípulo de Francisco Javier Sáenz de Oiza y en 1963 ganó la beca de la Academia de España en Roma. Profesor en las escuelas de arquitectura de Madrid y Barcelona, además de en Harvard, ha recibido distinciones como el Pritzker (el primer español), la Royal Gold Medal del Instituto de Arquitectos Británicos o el Príncipe de Asturias de las Artes, en el 2012.

Es difícil admirar a un arquitecto dentro de un museo y no a través de su obra ejecutada, por eso el comisario Francisco González de Canales se ha apoyado en los magníficos dibujos a mano alzada de Moneo, con el sustento de fotografías y maquetas, para organizar esta exposición. Como complemento, una pequeña muestra que recorre la historia de esta última sede, el Palacio de Villahermosa, desde mediados del siglo XVIII hasta su transformación, en 1992 de manos del primer Premio Pritzker de España, en el actual Museo Thyssen-Bornemisza.

«Siempre he sido reticente a las exposiciones de arquitectura», reconoce Moneo quien agradece a la Fundación Barrié que le diese el «empujón» para volcarse en levantar la muestra, que él mismo define como «necesaria».

52 emblemas

Recorrerla supone trasladarse a 52 de sus proyectos más emblemáticos, construidos o no, distribuidos por orden cronológico en función de sus etapas creativas. Obras que en sus comienzos se inscriben en el organicismo de la Escuela de Madrid, como la Casa Gómez-Acebo (1966-1968), pero que pronto muestran su interés por articular sus proyectos en relación con el entorno, su sensibilidad por el contexto urbano, como en su propuesta para la Plaza del Obradoiro (1962) de Santiago de Compostela.

En los años siguientes y hasta 1972, la trayectoria de Moneo empieza a adquirir una expresión propia cuando, pensionado en la Real Academia de España en Roma, participa de las discusiones de la arquitectura italiana sobre la concepción urbanística de las ciudades.

A esta etapa pertenecen edificios como la sede de Bankinter en Madrid o el Ayuntamiento de Logroño, en los que presta atención no sólo a los requerimientos de los proyectos, sino a las particularidades del contexto.

Luego vendría su primer acercamiento a Estados Unidos, donde se impregnó de una arquitectura que abogaba «por una mayor complejidad en el lenguaje y los recursos formales», explica el comisario de la exposición.

De esos conocimientos y de su desinhibición de los parámetros imperantes en España llega una de sus obras de mayor complejidad formal, el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida o su decisión de ampliar el lenguaje academicista en la fachada del Banco de España de Madrid, no exento de polémica, como otras de sus obras.

En 1985 se trasladó a Cambridge como director del Departamento de Arquitectura de Harvard y cambia su mirada sobre la escala con el Kursaal de San Sebastián como máximo exponente.

Cuando regresa a Madrid, un lustro después, curiosamente su carrera experimenta un proceso de internacionalización, «no sólo por reconocimientos como el Pritzker, sino porque su obra empieza a construirse a nivel internacional. Pero cuando más interesado parece estar en una carrera internacional mayor es su afán por relacionarse con el contexto, con el lugar», destaca González de Canales.

Compromiso

El Museo de Arte Moderno y Arquitectura de Estocolmo, la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles o la ampliación del Museo del Prado son ejemplos de «un enorme compromiso con la inserción de un edificio en un contexto urbano determinado».

Moneo no cesa en su carrera creativa y el sexto periodo que recoge la exposición se ha ampliado con cuatro nuevas obras desde que se inauguró en la Fundación Barrié en La Coruña. «Se refleja el interés por entender que cada proyecto necesita una teoría propia, porque ahí entiende que se encuentran las verdaderas oportunidades de la arquitectura».

El edificio de los laboratorios de la Universidad de Columbia, el LISE para a Universidad de Harvard, las Bodegas de Descendientes de J. Palacios en Villafranca del Bierzo o la parroquia en las Riberas de Loiola en San Sebastián son algunas de sus últimas aportaciones a la historia de la arquitectura.

Eso sí, Moneo no ha escapado a algunas polémicas, como la ampliación del Ayuntamiento de Murcia, la del Prado, el diseño de la Plaza del Mercado Grande de Ávila o, actualmente, la restauración del Monasterio de San Francisco, en Santo Domingo (República Dominicana). «Cuando aparecen los problemas, debo resolverlos y a mí me ayudan a entender qué hay detrás de cada proyecto que afronto», cuenta con humildad.

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