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Viernes, 14 de abril 2017, 00:39
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Nos adentramos en un barrio único en el mundo. Amsterdam es mundialmente conocida por sus canales, sus casas flotantes, sus coffee shops, sus bicicletas y, cómo no, por el Red Light District o Barrio Rojo, un pequeño distrito ubicado en el centro de la capital holandesa en el que la prostitución es legal y está expuesta en grandes escaparates. Clientes y turistas pasean por sus estrechas calles para contemplar a mujeres con poca ropa dedicadas al oficio más viejo del mundo, que llegó a la ciudad como consecuencia de su importante actividad marítima. Ya en el siglo XII, los marineros que desembarcaban lo hacían con ganas de diversión tras largos periodos en alta mar.
Si queremos conocer lo que esconden las famosas luces de neón de este barrio, todos los días, a las seis de la tarde, en el monumento nacional ubicado en la Plaza Dam, hay un tour guiado -en castellano- con el que podremos descubrir y conocer más a fondo la historia, los secretos o el sistema de funcionamiento de una actividad que en ningún otro país está regulada.
Una de las primeras indicaciones de nuestros cicerones es que en esta ocasión los móviles y las cámaras de fotos queden guardadas. Al fin y al cabo, las trabajadoras sexuales están de servicio y no está bien visto que se les fotografíe. De hecho, nos avisan de que hay mucha seguridad en la zona y nos pueden llamar la atención. Dicho y hecho.
Antes de llegar al corazón del Barrio Rojo, tomamos la calle Warmoesstraat, una de las de ambiente gay de Amsterdam, en la que se encuentran varios garitos y la famosa Condomerie, que como su propio nombre indica, sólo vende preservativos. Eso sí, de todos los tamaños -¡algunos insospechados!- y colores. Vamos llegando al corazón del barrio por la plaza Nieuwmarkt. Vemos luces rojas, pero también azules, pues son las que acompañan a los transexuales.
La prostitución es legal desde 2000. Se modificó la ley, de manera que el dueño de la vitrina debe pedir una licencia especial en la municipalidad y luego él alquila estos cuartos a las prostitutas. Esto supone también que las trabajadoras sexuales paguen sus impuestos como cualquier holandés. En cuanto a los precios por utilizar los escaparates, que van a turnos -cada uno de 8 a 12 horas- el coste es de 200 euros por turno.
La vigilancia de la que antes hacíamos referencia también llega a las propias chicas. El objetivo es que hagan su trabajo libremente, sin que les moleste ni se sobrepase nadie, por lo que en cada cuarto hay un botón de seguridad. Si lo pulsan, la policía se presentará de inmediato. Las casi 900 prostitutas que trabajan en el Barrio Rojo y las más de 250 vitrinas conviven con gente normal, que vive o pasea por la zona, una de las que cuenta con mayor ambiente de toda la ciudad.
Seguimos paseando y llegamos a una de las calles más famosas, Warmoestraat, que es la calle de los sadomasoquistas y, además, está repleta de bares. Otra calle que no hay que perderse es Trompettersteeg, muy estrecha con un metro de ancho y siempre repleta de turistas. Aquí también se encuentran el Museo Erótico, el Museo de la Marihuana y el The Red Light Secrets (Museo de la Prostitución).
Y cómo no, el resto del tiempo lo podemos aprovechar para conocer otros de los atractivos de Amsterdam como la Casa de Ana Frank, los museo Van Gogh y Rijskmuseum, el Vondelpark o el precioso barrio de Jordaan.
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