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Espectacular vista del corte trazado por el río.
Gargantas profundas

Gargantas profundas

El valle, que acoge la mayor colonia de quebrantahuesos de Europa, ofrece un paisaje de barrancos y cascadas

victoria souviron

Viernes, 24 de febrero 2017, 11:48

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El Parque Natural de Ordesa y Monte Perdido luce en esta época del año sus mejores galas. La naturaleza, en pleno apogeo, muestra una impresionante carta de colores y suaves texturas. Los valles pirenaicos visten un inmenso tapiz de hierba verde fresca y frondosa, los picos más altos aún llevan su gorro de nieve, por los profundos barrancos y gargantas rocosas caen alegres cascadas de agua del deshielo y las aves rapaces decoran el cielo con su vuelo majestuoso.

Entre las diversas opciones que existen para adentrarse en los cuatro valles que componen este parque natural del Pirineo aragonés, la ruta guiada por los miradores del cañón de Añisclo es una de las más espectaculares. En ella confluye toda la riqueza natural pirenaica, pero por suerte aún está poco explotada por el turismo. Además, resulta perfecta para ir en familia, ya que es de fácil acceso.

Además de asistir en directo a esta explosión de vida salvaje que se repite cada año al final de la primavera, podremos contemplar la mayor colonia de quebrantahuesos de Europa, una especie protegida, singular entre las aves por alimentarse exclusivamente de huesos.

La primera parte del viaje se realiza por pistas alpinas en un todoterreno conducido por un guía, titulado en actividades de montaña y espacios naturales, que nos explica los diferentes paisajes que aparecen ante nuestros ojos, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y Reserva de la Biosfera.

Entre los valles de los ríos Cinca y Airés, salpicados por minúsculos pueblos de piedra, avanzamos por un escenario rodeado de bosques y cumbres nevadas, con el Monte Perdido al fondo, emblema de los Pirineos, hasta el collado de la Plana Canal, a 1.700 metros de altura, donde, tras 12 kilómetros de travesía, dejamos el vehículo.

El camino ahora nos lleva por prados, desfiladeros y balcones naturales desde los que se divisan infinitos barrancos y gargantas, de hasta mil metros de desnivel, con cascadas y saltos de agua procedentes del río Bellós, que brotan por todas partes para ir a parar al fondo de pozas cristalinas. A lo largo del trayecto, unos seis kilómetros de recorrido, tendremos ocasión de hacer algunas paradas para sacar idílicas postales pirenaicas con nuestra cámara de fotos.

Además, los guías llevan prismáticos y un telescopio terrestre para observar el vuelo del famoso quebrantahuesos, que puede alcanzar hasta tres metros de envergadura, y de otras imponentes aves rapaces, como águilas reales y buitres leonados. Con suerte, puede que también veamos jabalíes, rebecos y zorros.

Delicias del Sobrarbe

Como la hora de comer nos cogerá en pleno cañón, durante la excursión se servirá un almuerzo con productos típicos de la comarca del Sobrarbe, a base de embutidos artesanos, queso, paté trufado, vino tinto de Somontano y frutas del tiempo. De vuelta a la civilización, una buena forma de poner el punto final a la jornada es recorrer el casco antiguo de Ainsa, un bonito pueblo de montaña, y entrar en el Eco-Museo de la Fauna Pirenaica, instalado en el interior de un castillo del siglo XI.

El ticket está incluido en la ruta, por lo que merece la pena aprovechar para visitarlo y conocer más a fondo el increíble mundo animal que puebla los Pirineos, en el cual el quebrantahuesos es sin duda el rey.

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