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Ladrones  con estilo, de Arnedo a Bari

Ladrones con estilo, de Arnedo a Bari

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PPLL

Viernes, 9 de octubre 2015, 00:35

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Puede parecer extraño llegar a Arnedo en septiembre hablando de Santa Claus. Pero tiene explicación si nos remontamos unos cuantos siglos atrás y nos situamos en Patara, una antigua ciudad de Asia Menor que hoy se corresponde con Turquía. Allí vivía un joven llamado Nicolás, huérfano de una familia de notables que había heredado de sus progenitores una gran fortuna. Un día llegó a sus oídos que un anciano pobre, padre de tres muchachas, ofrecía secretamente a la mayor de sus hijas con el fin de obtener dinero para formar una dote y poder casarla. Nicolás, muchacho de educación cristiana, no pudo soportar la idea de que aquella muchacha comerciara con su cuerpo. Una noche, mientras todos dormían, se acercó a escondidas hasta la casa del anciano, se introdujo por la ventana y dejó junto a la chimenea una bolsa llena de oro. Cuando el padre despertó, encontró aquel misterioso regalo y decidió entregárselo a su primogénita como dote, que así pudo salvaguardar su honor y casarse.

El anciano padre prefirió no hacerse preguntas sobre el origen de aquella bolsa de oro y pidió a sus hijas que no se lo contaran a nadie, porque debido a su pobreza podría ser acusado de robo. Cuando llegó el tiempo de matrimoniar a su segunda hija, ante la falta de patrimonio, el padre volvió a anunciar las mismas intenciones que con la mayor. Nicolás, enterado de lo que ocurría, de nuevo depositó a hurtadillas otra bolsa de oro junto a la chimenea, que sirvió a la joven de dote para casarse.

Aconteció exactamente lo mismo con la pequeña de las tres hermanas, salvo que el padre no pudo resistirse a la curiosidad y desde que dio a conocer el ofrecimiento de su hija a cambio de dinero, se mantuvo vigilante cada noche para ver si algo ocurría junto a la chimenea. Nicolás reprodujo una vez más a escondidas su generosa obra y fue sorprendido en plena faena, con la bolsa de oro en la mano. Al ser descubierto, pidió perdón al anciano por entrar en su casa sin permiso, dijo que cuanto había hecho era para proteger a sus hijas y suplicó que no lo desvelara a nadie, ya que prefería permanecer en el anonimato. El anciano padre respondió: «Gracias a tu fabulosa generosidad se han podido casar mis hijas, en mis muchos años de vida jamás conocí tanta benevolencia y te estoy enormemente agradecido, pero no tengo más remedio que contarlo. Soy un hombre pobre y mis tres hijas han conseguido tres buenas dotes, si no justifico cuanto antes de donde ha salido esa riqueza, no tardaré en ser acusado de ladrón». Y así fue como se conoció la verdad sobre Nicolás.

Más tarde, Nicolás se hizo religioso y se trasladó de Patara a la cercana ciudad de Mira, donde llegó a obispo. Destacó por ayudar a los necesitados y se le atribuyeron numerosas curas de enfermedades, por lo que la iglesia lo canonizó. Con el tiempo se fue formando la imagen mítica de San Nicolás, que la publicidad comercial ha hecho omnipresente en el mudo infantil bajo el nombre de Santa Claus. Cada noche de Navidad, Santa Claus se introduce en secreto en los hogares de los niños depositando regalos junto a la chimenea o en su defecto junto a la vitrocerámica.

Sí, puede parecer extraño llegar a Arnedo, a finales de septiembre, hablando de Santa Claus, pero resulta que se acaba de llevar a cabo el robo de los santos y tratándose de robos, los santos de Arnedo y Santa Claus tienen algo que ver.

En el siglo XV los musulmanes conquistaron Asia Menor, la ciudad de Mira cayó bajo su dominio y con ella los restos de su santo Nicolás, que estaba enterrado allí. Entonces, los cristianos temieron que las reliquias del venerado obispo fueran profanadas y decidieron ponerlas a salvo. Fue un grupo de marineros de la capital italiana de Bari quien consiguió entrar en Mira, robar el santo y trasladarlo hasta su ciudad, donde levantaron una gran basílica que se conoce como San Nicolás de Bari. Este santo fue reconocido como protector de los muchachos y su culto se difundió por el mundo, en el norte de Europa lo llamaron San Nikolaus, de donde deriva Santa Claus.

El robo de las reliquias de San Nicolás es uno de los hurtos de reliquias más importantes de la Historia, hasta tal punto que hoy en día sigue siendo origen de reclamaciones diplomáticas por parte de Turquía tanto al gobierno italiano como al Vaticano. Los turcos pretenden recuperar las obras de arte y objetos arqueológicos robados en el pasado para exhibirlos en un museo que potencie el desarrollo turístico de la región de Demre, donde se encuentran las ruinas arqueológicas de Mira. En esta pugna el Ministerio de Cultura y Turismo de Turquía argumenta que «los restos de San Nicolás deben ser expuestos aquí y no en una ciudad de piratas». Los de Bari arguyen que las reliquias del santo cristiano fueron salvadas de la profanación, así que devolverlas para que sean exhibidas en un museo es consentir el sacrilegio que hace siglos evitaron sus antepasados.

En Arnedo, desde antaño también existe la rivalidad por unas reliquias. Cada año aparecen por la ciudad del calzado gentes de la vecina Navarra, principalmente de los pueblos de Andosilla, San Adrián, Azagra y Cácar, con la intención de hacerse con los restos de los santos Cosme y Damián, patronos de Arnedo. Pretenden llevárselos por la fuerza, a la carrera, antecediendo una serie de arengas. Las reliquias de San Cosme y San Damián, hermanos y médicos mártires, se encuentran depositadas en sendos bustos tallados con las figuras de ambos santos. Según los navarros no pretenden robarlas, sino devolverlas a la ermita de la Cruz de Andosilla porque de allí fueron sustraídas por los arnedanos una noche de 1566.

En la Edad Media, el robo de santos lo practicaban cuadrillas de ladrones que actuaban por encargo. Entonces las reliquias estaban muy valoradas, ya que atraían a peregrinos de todos los lugares porque se atribuían milagros curativos a los huesos de los santos. Pero a decir de los de Arnedo, no hubo ningún hurto porque aquel año su cabildo adquirió legalmente los Santos para custodiarlos en su iglesia que bautizó con los nombres de los mártires y se convirtió en centro de peregrinación. Coincidiendo con la festividad de los Santos, el Ayuntamiento de Arnedo instauró una feria a la que acudían año tras año numerosos vecinos de los pueblos de alrededor, incluidos los Andosilla y demás localidades de la ribera navarra, que viendo lo mucho que rentaba la fama de San Cosme y San Damián, un año irrumpieron en la procesión reivindicando las reliquias de los santos.

La conmemoración de este asalto se produce a finales de septiembre, en la festividad de San Cosme y San Damián. La llegada de los navarros con la intención de robar los santos se hace con nocturnidad. Antes de la aurora aparecen por la Puerta del Cinto. Dan las cinco de la madrugada y allí también se presentan vigilantes los de Arnedo, que conocen los propósitos de los 'auroros' navarros. Unos y otros van armados con guitarras y acordeones y hacen el recorrido cantando hasta llegar a la iglesia de San Cosme y San Damián, donde se celebra una misa en su honor. Tras el acto religioso se inicia la pugna, los navarros y riojanos rivalizan cantando jotas por ver quién agrada más a los santos, que más tarde van a disputarse de manera más contundente.

A las once de la mañana salen en andas por la puerta de la iglesia las efigies con los relicarios de los dos santos, comienza la procesión y el rito de la reivindicación por los navarros. Un pregonero navarro arremete contra los arnedanos, les reprocha el mal trato dado a los santos y pide que les dejen marchar a Navarra con ellos. A lo largo del tiempo han surgido pregoneros de verbo realmente ocurrente, que mezclan jocosamente la tradición con temas de actualidad para convencer a los de Arnedo. Pero los arnedanos siempre se niegan a devolver los santos y el discurso del pregonero navarro se torna en una arenga que termina diciendo: «Navarricos, tomad a los santos y. ¡a Navarra con ellos!». Dicho y hecho, cargan a hombros con San Cosme y San Damián e inician una carrera en dirección a Navarra, pero al poco son detenidos por los arnedanos. Y así hasta tres veces, tres intentos fallidos que al final hacen desistir a los ladrones consolándose con la promesa pública de volver a intentarlo de nuevo al otro año: «Autraño» -dicen. «Y si hace falta -añaden algunos- calzaremos unos buenos zapatos de Arnedo, para poder correr más deprisa». Sin duda, se trata de unos ladrones con mucho estilo.

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