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CAUTIVO Y DESARMADO - PABLO ÁLVAREZ
Miércoles, 25 de abril 2018, 23:56
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La verdad es que la mayoría de las cosas que dice Willy Toledo me parecen capulleces. No tengo el gusto, así que no puedo decir que él lo sea o no (ni lo diría en público, si así lo pensara) pero estoy en mi derecho de juzgar lo que él dice y cómo lo dice. Y, lo dicho, me parecen en su mayoría una colección de gilipolleces nivel profesional. El actor-barra-activista es uno de esa numerosa especie de izquierdistas radicales españoles perfectamente equipados para una tarea aparentemente contradictoria: ver la paja en el ojo de la democracia española mientras condonan con cintura de avispa las vigas que crecen en regímenes como el cubano o el venezolano, simplemente porque, se supone, son «de izquierdas».
Dicho lo cual.
Creo que el señor Toledo tiene todo el derecho a decir lo que dice. Creo que el señor Toledo está facultado por los derechos humanos y por las leyes de esta nuestra Constitución a opinar lo que opina, y a hacerlo de la manera que lo hace, o sea, torpemente y con altavoz. Creo, en fin, en el derecho del señor Toledo a decir capulleces.
Se atribuye a Voltaire la frase aquélla de (más o menos) «no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero daría mi vida por su derecho a decirlo». No es suya, pero es una buena frase. No estar de acuerdo con lo que dice el de enfrente no nos da derecho a intentar callarlo, y sentirnos ofendidos en nuestras creencias no debería ser un delito.
No, la libertad de expresión no es absoluta, y las leyes marcan hasta dónde llega. Pero, de verdad, si ciscarse en el Altísimo es un delito... ¿cuántos riojanos deberían estar en la cárcel?
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