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La verdad es que...

La verdad es que...

JULIO ARMAS

Domingo, 13 de mayo 2018, 00:37

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L a verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.

Agamenón: Conforme.

El porquero: No me convence».

¡Casi nada! Así, consagrando la fuerza de la verdad, comienza su Juan de Mairena don Antonio Machado. La fuerza de una verdad empírica, que siempre existe y que no depende del color del cristal con que se la mire. La fuerza de una verdad que parece conformar los deseos de aquel Agamenón rey de Micenas, pero que, en curiosa vuelta de tuerca, no acaba de convencer a ese pobre porquero suyo, como siempre revestido con los colores y los olores de su profesión.

Hoy, de esa verdad inalterable, nuestro diario parloteo nos ha llevado a otra verdad. Nos ha llevado, de forma abrumadoramente frecuente, a ese «la verdad es que...» que el diccionario de doña María Moliner define como una «expresión enfática con que se introduce una aseveración con carácter de confesión». La verdad es que...

Y he dicho abrumadora y frecuente porque, ¿no han reparado ustedes en lo pesadísimo y reiterativo que hoy en día está resultando el uso de la expresión: «la verdad es que...»? ¿Qué es lo que hará, pienso yo, que, en estos tiempos de dimes y diretes, sintamos de forma tan perentoria y continuada la necesidad de reafirmar en nuestro discurso que aquello que estamos diciendo es la verdad?

Buscando la salida de este laberinto, me da por pensar que todo viene de que nuestro subconsciente, sabedor de lo que hoy abundan los cristales de colores, se ve obligado a prevenir que esa opinión que se va a dar o esa definición que se va a adelantar es verdad. Algo así del estilo de: no te permitas dudar de que lo que te estoy diciendo es cierto, porque, más que cierto, lo que estoy diciéndote es la verdad.

¿Y con esto reafirmamos nuestra opinión? me preguntarán ustedes. Pues no estoy yo muy seguro, qué quieren que les diga, pero de lo que sí estoy seguro es de que usamos el dicho porque con él creemos machar y remachar el concepto que vamos a exponer o la opinión que vamos a defender. Hagan la prueba y, además de oír, presten atención a lo que hoy se responde en cualquier entrevista o pregunta de las muchas que se transmiten por nuestros medios de comunicación.

¿Qué es lo que piensa de los últimos acontecimientos ocurridos en Kafiristán?

La verdad es que lo que está ocurriendo...

¿Le gustan los huevos fritos?

Hombre, la verdad es que a mí los huevos fritos...

La verdad es... la verdad es... así una y otra vez. Hagan la prueba, fíjense. No pueden imaginarse la iterada y reiterada utilización de la coletilla. ¡Menuda pesadez! Y ahora, permítanme que les ponga un ejemplo tan real y cercano como la vida misma, verán: El 28 del mes pasado, con motivo del estreno en nuestra capital de una obra de teatro que coprotagonizaba el actor Antonio Resines, salió publicada en nuestro periódico La Rioja una entrevista en la que se le preguntaba:

- Es toda una sorpresa verle sobre el escenario. ¿Tuvieron que convencerle?

La verdad -(respondió, palabra por palabra, el insigne actor)- es que solo había hecho dos obras hace ya tiempo, sí que el teatro ha sido una asignatura pendiente en mi carrera. La verdad es que no están las cosas como para desaprovechar ofertas de trabajo y esta era muy tentadora. Pero la verdad es que la razón principal para estar en esta obra es Concha Velasco. (sic)

Entendido, don Antonio, pero la verdad (¡y dale!) es que no hacía falta tanta justificación con carácter confesional. Seguro que usted lleva razón y las cosas no están como para desaprovechar ofertas... aunque sean tan singulares como la de venir a Logroño a aburrirnos con este bodrio.

Y no les aburro más porque la verdad (¡toma!) es que este es mi primer artículo del mes de mayo del año 2018. Un mes de mayo que la verdad (¡y otra!) y gracias a un marzo ventoso y a un abril lluvioso, nos lo están regalando florido y hermoso. Y esto sí que es verdad, lo diga Agamenón o su porquero. Hasta el domingo que viene, si Dios quiere, y ya saben, no tengan miedo.

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