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VERANO INSÓLITO (II)

LUIS J. RUIZ DAÑOS COLATERALES

Martes, 15 de agosto 2017, 23:39

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Hace ya casi un mes hablábamos por aquí de los mensajes 'sutilmente' escondidos en muchas camisetas. De esas que uno sólo es capaz de vestir si a) no sabe leer; b) no sabe inglés; o c) no sabe ni leer ni inglés. Pero el verano no solo es tiempo para demostrar los 'éxitos' de nuestros sistemas educativos, también lo es para demostrar, además de difíciles relaciones con el desodorante, la falta de empatía hacia los demás.

Seguro que este verano han visitado alguna playa más o menos poblada o alguna piscina ligeramente saturada. Y también es más que probable que se hayan dado cuenta del mal que han hecho los altavoces Bluetooth, esos pequeños dispositivos -sin dudad miembros del eje del mal- que han acabado, a base de música saturada, acabar con la nada exigente dosis de tranquilidad que uno espera encontrar en una playa-piscina. También con la paciencia de muchos. Después de escuchar veinte veces a Luis Fonsi gritar '¿diguá?', '¿tiguá?' las ganas de extraditar a una comunidad amish a la docena de púberes que se arremolina alrededor del altavoz son irrefrenables. Eso o pagar 20 euros a un chiquillo para que se le 'caiga' un cubo de agua entre 'tiguá' y 'tiguá'. La opción de un trueque libro-altavoz es una quimera.

Hasta ahora conocía la versión urbana. La del espectro que deambula por la calle con el móvil en la mano a todo volumen vomitando bien reguetón bien alguna modalidad de hip hop. Una especie de proselitismo musical que te acaba por convencer de que Darwin no tenía razón. Al menos no del todo.

Son, digamos, gajes del verano que afortunadamente se curan con la llegada del otoño.

Casi todos. El invierno también entiende de relaciones difíciles.

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