Borrar

Tejiendo escaleras con ella

«Los profesionales de la salud somos un equipo diverso, no estamos compuesto por un solo colectivo, somos varios los colectivos profesionales cualificados para dar apoyo a nuestras mujeres en esta epidemia que es la violencia de género»

ROCÍO LOMA-OSORIO ALONSO DEL REAL. - ENFERMERA. MIEMBRO DE LA ASOCIACIÓN DE ENFERMERÍA COMUNITARIA

Domingo, 1 de julio 2018, 23:40

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Subió las escaleras a la carrera, cerró la puerta tras de sí, se metió en la cama y se aovilló debajo del edredón mientras respiraba a trompicones. Estaba muy nerviosa, acelerada, tenía que asimilar lo que había pasado tan solo hacía unos minutos. No se lo podía creer. Cerró los ojos y las imágenes volvieron a su retina:

Ese día, tenía cita con Celia, su enfermera, como cada mes. Estaba intentando perder peso, como él quería, y necesitaba alguien que le ayudase, porque ella sola ni para eso valía: él se encargaba de repetirle esa letanía cada momento de su existencia. Sin ir más lejos, la noche anterior, se lo había gritado a tres milímetros de la cara, apestando a alcohol y agarrando sus muñecas para reforzar la misma idea: «Ella era la idiota culpable de todas sus miserias».

Así que llegó a la consulta de Celia con la mirada fija en el suelo de linóleo, y sintiéndose como una mierda, dejó el bolso en el respaldo de la silla y comenzó a quitarse la ropa para ir a la báscula, su enemiga implacable.

Pero aquella mañana, Celia apoyó su mano en su hombro y le dijo: «Espera Pepa, que antes me gustaría hablar contigo un ratito» - se sentaron la una junto a la otra-. «Verás, esta semana hemos comenzado una campaña sobre la violencia contra las mujeres... -su voz sonaba suave- ...estamos preguntando a todas las mujeres que vienen a nuestras consultas (las enfermeras, matronas, médicos, trabajadoras sociales, ginecólogos...), ¿te importa que te las haga a ti?»- Celia le miraba directa, con interés, hacía tiempo que nadie le miraba así... Quizás...- «Está bien, Celia, dispara»- Pepa esbozó una sonrisa que apenas le llegaba a los ojos...

Al terminar esa consulta, algo había cambiado para ambas: las dos tenían más seguridad, una agradecida por la confianza y el trabajo bien hecho; la otra, con el corazón acabalgado bajo su edredón, viendo un poco de luz por delante...

Así es cómo empezó todo, Celia preguntó, Pepa respondió, luego empezó a hablar, a desahogarse, a escupir sus miserias y las de Pepe, pasaron por diferentes momentos, las palabras a veces salían mezcladas con miedo y susurros, otras veces con rabia y lágrimas, otras con dolor e impotencia, pero iban saliendo, y como una madeja, se iba desenredando la autoestima de Pepa, bajo las manos de la tejedora que ella había elegido, de su enfermera.

Hoy en día Celia y Pepa han hecho un camino juntas del que están orgullosas, las palabras de Pepa son menos dolorosas, se ve más guapa, más segura..., siguen dando pasos..., ella sabe que cuando sube por sus escaleras, también hay un camino para bajarlas, y que al final, tras una puerta blanca, hay una enfermera, o un enfermero, que le va a mirar a los ojos y le va a hacer un par de preguntas.

Según algunos, esta historia se puede escribir de otra manera, y tienen razón: se puede escribir de cientos, miles de maneras. Celia puede llamarse Pedro y ser un trabajador social, o ser Juana, la matrona, o Irene, la pediatra del bebé de Pepa... realmente, puede ser quien Pepa quiere que sea, porque en estas vivencias tan complejas y sutiles, la libre elección de profesional es fundamental.

¿Cuál sería el peor modo de acabar esta historia? Dejando a Pepa sola, sin nadie detrás de la puerta, que la deje a un lado, o que trate su obesidad sin mirarla, sin preguntarle, sin sentarse a escucharle, a profundizar...

Los profesionales de la salud somos un equipo diverso, no estamos compuestos por un solo colectivo, como dicen los incautos, somos varios los colectivos profesionales cualificados para dar apoyo a nuestras mujeres en esta epidemia que es la violencia de género. Pero ni eso importa, lo que realmente prevalece es que siempre haya una puerta abierta para ellas, con una mirada activa detrás, que les escuche y que les acompañe en ese caminar tan complejo que tienen.

El nombre, o cargo que venga impreso en la bata es lo de menos.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios