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Sintonía imposible

Sánchez debe ser consciente de que los votos independentistas que le sirvieron para investirse resultan engañosos

Martes, 12 de junio 2018, 00:13

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El desafío político más grave e inmediato al que se enfrenta el presidente Sánchez es, sin duda, la crisis catalana. El intento independentista de liquidar la pluralidad social de aquella comunidad, para abocarla al inexorable futuro de una república propia. El propósito de desconectar la Cataluña autonómica respecto al Estado constitucional; y de hacerlo desde el puente de mando de la Generalitat, aprovechando que es Estado. La investidura de Pedro Sánchez, mediante la moción de censura, coincidió con el nombramiento de un Gobierno viable por parte del presidente autonómico catalán, Quim Torra. Pero a pesar de las palabras conciliadoras con las que Sánchez quiso asegurarse el voto contra Rajoy de ERC y PDeCAT, los mensajes emitidos por el independentismo, de nuevo gobernante en la Generalitat, tras el preceptivo decaimiento del 155, resultan inquietantes. El presidente de Gobierno es, con toda seguridad, consciente de que el voto emitido por el independentismo catalán representado en el Congreso de los Diputados no trataba de respaldarle a él, sino que pretendía darse oxígeno a sí mismo. El presidente de Gobierno debe ser consciente de que esos votos que le sirvieron para investirse resultan especialmente engañosos, en tanto que representan al ala más moderada o pragmática del secesionismo que pilotan Torra y Puigdemont. A la gran dificultad que entraña explorar fórmulas de entendimiento entre posiciones tan distantes -independencia versus federalismo- se le suma la práctica imposibilidad de dialogar con un espectro tan amplio de posturas y actitudes como el que dibuja el independentismo catalán. No solo pesa la profunda discrepancia sobre los horizontes respectivos; ni siquiera el lenguaje empleado es el mismo. Una vez que el viernes pasado las diputadas y diputados de ERC y PDeCAT emitieron su voto favorable a la moción de censura contra Rajoy, y una vez que el tándem Puigdemont-Torra se ha hecho con las riendas de la Generalitat, la interlocución posible trasciende la rutina parlamentaria, para adentrarse en el territorio de lo imposible. Porque es imposible conciliar el mantenimiento de la unilateralidad independentista, siquiera como advertencia -según las palabras de Elsa Artadi-, con la mínima negociación sobre una nueva pauta financiera. Y menos sobre una eventual recuperación del Estatut previo a la sentencia del Constitucional, vía reforma constitucional. Es inimaginable que la versión de los hechos en que insiste el expresidente Puigdemont, desde su base en Berlín, llegue a sintonizar con lo que diga el catalán Josep Borrell desde la cartera de Exteriores.

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