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Sardinas independientes

FÉLIX CARIÑANOS

Viernes, 22 de septiembre 2017, 23:48

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Ya se han acabado las fiestas de verano en mi pueblo. Para algunos, por lo que comentan, comienza el descenso hacia el final de año. Yo, sin embargo, no tengo esa sensación porque prosiguen los festejos en muchas otras localidades, entre ellas el vecino Logroño. Como en mi ciudad natal las celebraciones septembrinas son movibles, es decir, dependen de cuándo cae el domingo siguiente al día 8, ha sido frecuente desde siempre que empalmáramos con las de la cercana capital, por lo cual las jornadas festivas se alargaban que daba gusto ... a quienes les quedaban perras frescas. Me parece que el cambio de ciclo nos lo marcan más bien los estudiantes, sobre todo los de corta edad, que dependen en sus trotes urbanos de los abuelos, hermanos mayores y papás, acaso por ese orden.

Mi cuadrilla, prudente donde las haya, tiene por costumbre prolongar el descanso un día más al honrar a un santo muy popular a quien cantaba mi tío Antonio, excelente catador de la vida, en esta jota: «De verdad, amigos míos,/ el santo que más venero/ es el que me da más fiestas,/ ese que llaman san Quiero». Antaño solemnizábamos la fecha en el campo y conocía una denominación específica: pasadía; en la actualidad la conmemoramos en la bajera, el chamizo o la sociedad gastronómica pertinente. Los tiempos han cambiado.

Esto último se nota también en los temas de conversación. Bastantes de ellos continúan siendo los mismos de antaño: que si la vendimia se ha adelantado mucho, que si en varias zonas el blanco no da el grado estipulado, que los ríos bajan poco agua o ninguna, que la hija de la Martina trae gemelos ... Mas frecuentemente surgen cuestiones actuales. A mi chica la vitoriana mi amigo Buenaventura le ha mentado la conversación sobre Cataluña, cosa rara porque a él nunca le he oído hablar ni sobre la independencia ni sobre fútbol. Dice que, como Maite vive nada menos que en la capital del País Vasco, andará más enterada que nosotros de ese asuntillo mediterráneo. Mi dama sonríe mientras coloco en la parrilla las sardinas que he de asar, pues hoy me toca de cocinero, y afirma serenamente que todo es cuestión de dinero, del dinero que les den. Buenaventura, a quien su madre puso este hermoso nombre en memoria del anarquista leonés Durruti, dice que ahora cae en la cuenta de por qué los políticos catalanes, que ensanchan tanto el pecho en algún asunto, se comportan como los del resto de España al no atreverse a meter mano a sus propios corruptos. El dichoso dinero y la dichosa honradez. Yo, entre tanto, le doy la vuelta a la parrilla mientras me acuerdo de mi tío Antonio, el de aquella vida tan independiente.

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