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FIN DE LA PRIMERA PARTE

MANUEL ALCÁNTARA

Lunes, 23 de octubre 2017, 23:32

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Hay que salir de ésta porque vendrán otras. Ayer acabó el plazo concedido por el Gobierno al president de la Generalitat, Carles Puigdemont, para que aclare si declaró la independencia o la dejó sin declarar. También la ambigüedad es una ideología y el círculo se ha vuelto vicioso de tanto acariciarlo con la amenaza del artículo 155. ¿Es cierto que su base social no alcanza al 50%? Por si acaso fallan las matemáticas electorales, el Gobierno tiene previsto todo lo que no es imprevisible. Incluso el estado de alarma, el estado de excepción y el estado de sitio. En sus temblorosas manos está la disolución del Parlament, pero hay bombas de efecto retardado que luego cogen carrerilla y se adelantan a los acontecimientos. Los juristas dicen que la independencia, aunque sea parcial y periférica, supone un enfrentamiento con el poder central y contra el Estado. No quieren que el diálogo democrático se establezca entre la plaza de Sant Jaume y la Moncloa, a ver quién chilla más. Por eso quizá sean necesarias unas elecciones generales, aunque no sean ni bonitas, ni baratas.

Pertenezco a una generación que se tuvo que comer el plato de lentejas con una sola mano, porque la otra, que descansaba en la cuchara, había que tenerla en disposición de saludo. Muchos años más tarde me explicó don Gregorio Marañón por qué las guerras civiles duran un siglo largo. El desprestigio de la clase política se ha hecho común entre la mayoría de los ciudadanos, mientras asistimos a la ruina de la que fue siempre la más avanzada de las regiones y ahora está en manos de Puigdemont, que siempre las tiene en los bolsillos aunque se esté peinando. La primera parte del enredo no ha hecho más que empezar. Yo no veré el final porque tengo que estar atento al mío.

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