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La letra

MARÍA ANTONIA SAN FELIPE

Jueves, 1 de marzo 2018, 23:38

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Quizás sea muy pronto para comprender que ha pasado en este país en los últimos diez años pero es momento de que, como mínimo, nos preguntemos que está ocurriendo en España. Al inicio de la crisis económica, de esa enorme estafa que nos ha denigrado como ciudadanos, un sentimiento de indignación e incluso de resistencia recorrió el país de punta a cabo. Muchos sintieron que era el momento de rectificar errores y de profundizar en la democracia. Pero nada, pasó el tiempo y el entusiasmo encalló en la resignación. Entre el desánimo y la decepción ciudadana el gobierno del PP, mayoritariamente refrendado en las urnas, ha venido haciendo de su capa un sayo ante una oposición hueca en sus mensajes y dividida en su estrategia. En los últimos meses la crisis catalana, como guinda del pastel cocido a fuego lento en el horno de la corrupción, hemos desembocado en una tensión sin precedentes desde la restauración de la democracia.

Estaré equivocada pero tengo la percepción de que a la menor diferencia salta un chispazo. No se discute tranquilamente sino a gritos, en las redes sociales no hay intercambio de argumentos sino de insultos. Se enfrentan las pasiones en vez de las razones y esto es un síntoma preocupante. Nos cuentan que se ha terminado la crisis económica y como la mayoría no lo nota, porque crece el subempleo y los bajos salarios, ahora juegan a distraernos de lo importante exaltando nuestros sentimientos para sacar provecho político de nuestras emociones.

Solo en este clima puede entenderse el éxito que se ha marcado la cantante Marta Sánchez poniendo letra al himno nacional, una letra con igual mérito que las que pudieran componer millones de españoles. Lo que ha dado trascendencia al gesto, no dudo que emotivo de la cantante, ha sido el apoyo inmediato que le ha dado Mariano Rajoy. Asombra que este presidente, que utiliza el silencio como principal instrumento de su quehacer político y que no se manifiesta hasta que los asuntos se pudren, haya actuado con la rapidez del rayo dando su opinión en un asunto que nadie reclamaba como prioritario. Quienes ni ven, ni oyen ni se pronuncian ante los graves problemas de España de pronto hasta quieren cantar para entretenernos. Estamos, no lo duden ante una nueva maniobra, un nuevo engaño. Al PP se le escapan los votos a raudales hacia Ciudadanos y ahora la competencia en el teatro de las vanidades consiste en aparentar ser más español que el adversario, al fin y al cabo ya sabemos que, históricamente en todas las patrias, con himnos y banderas siempre se han tapado otras vergüenzas.

Esta es la justificación y no otra de esta nueva corriente política en la que los símbolos valen más que las personas, la apariencia más que la verdad. Es lo mismo que están practicando los independentistas catalanes que mientras entonan solemnemente su himno Els segadors y agitan sus esteladas, ocultan a un tiempo sus errores, sus mentiras, su estrategia suicida y sus propias diferencias. Las consecuencias del abuso de los símbolos y del olvido de los problemas reales de los catalanes también nos las mostrará el tiempo.

Una cosa es el amor a las propias señas de identidad y otra los nacionalismos, excluyentes en su esencia, que necesitan del enfrentamiento entre contrarios para fortalecerse mutuamente. En realidad los aparentes enemigos son socios, no se engañen. Mientras muchos nos preguntamos si esta tensión ambiental, que nos hace discutir con los vecinos y con los amigos, puede quebrar la convivencia, quienes han provocado esta fractura territorial y social no quieren enmendar sus flagrantes errores sino mantenerse en el poder. En un año hay elecciones, ha empezado la campaña. Será por eso que prefieren que cantemos el himno en vez de cantarles las cuarenta.

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