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ETA intenta salvarse

El anuncio de la desaparición de la banda no puede conducir a un aplauso cuando reclama nada menos que la inocencia de su terror

Lunes, 30 de abril 2018, 23:41

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El final definitivo de ETA fue anunciado ayer en Bayona mediante sobreentendidos en una rueda de prensa en la que la banda terrorista no fue mencionada. Los autodenominados Grupo Internacional de Contacto, Foro Social y Bake Bidea -Camino de Paz- no creyeron, al parecer, necesario señalar que su comparecencia se debía a la inmediata desaparición de ETA citándola con sus propias siglas. Así es como la organización trató de preservar su siniestro enigma, y de salvar su pasado, impidiendo que los 'intermediarios' se pronunciaran en su nombre, en un intento de evitar que la liturgia de su final devalúe su trayectoria. A nadie se le oculta que los protagonistas del acto de ayer fueron designados por ETA, con todas sus siglas, para ceremoniar el cierre de una historia atroz. La comparencia sirvió para relatar que el mal llamado 'conflicto vasco' está a punto de acabar por el ensalmo que supone la disposición de lo innombrable a desaparecer. Como si ETA concediera una paz definitiva a Euskal Herria. La noticia es bienvenida. Es lo que esperaba la inmensa mayoría de la sociedad desde hace décadas. Pero no es de recibo que su escenificación se refiera al 'conflicto' -mitad designio histórico, mitad responsabilidad colectiva- para enjugar culpas ineludibles y eludir la derrota política y la abrumadora condena social de la barbarie etarra. La pretensión de ETA de despedirse como si tal, negándose a retractarse de su trayectoria terrorista, puede beneficiarse de la mezcla de hastío e indiferencia con que los ciudadanos soslayan las informaciones al respecto. Pero los oficiantes de ayer en Bayona despertaron motivos para la preocupación sobre los términos en que ETA acabe anunciando su final definitivo con sus omisiones, su asepsia moral y sus referencias a «una paz justa y duradera». La cita de un 'Encuentro Internacional para Avanzar en la Resolución del Conflicto en Euskal Herria' para el próximo 4 de mayo en la localidad vasco-francesa de Cambó dilata y ritualiza la exigida disolución de la banda terrorista para simular que su ejecutoria no ha sido en balde; que su final no se produce a cambio de nada. El objetivo de tal escenificación es evidente: lograr una cierta indulgencia ambiental que procure la unanimidad entre los seguidores de ETA respecto a un punto final que interpelaría al Estado en cuanto a la política penitenciaria del Gobierno. Y todo ello sin arrepentimientos ni revisiones de tan infausta trayectoria. La buena nueva no puede conducir a un aplauso ingenuo cuando ETA reclama la inocencia de su terror.

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