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Greguedías

Greguedías

BERNARDO SÁNCHEZ

Miércoles, 18 de octubre 2017, 09:53

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Son los días que transcurren como una especie de greguería; es decir, y acudiendo a la definición que -como una greguería más- ofreció su acuñador, Ramón Gómez de La Serna: que pasan (a días pasan mal, será el caso) entre el humor -en cualquiera de su grados, incluida la ironía, el grotesco subido, el absurdo o simplemente el mal humor- y la metáfora, que a todo alcanza, pues todo es susceptible de metaforizarse; como el mundo es, en general, greguerizante. Verbo éste, 'greguerizar', que no tiene entrada en el diccionario (muy greguerizante, muy suyo, por otro lado, el dichoso diccionario, porque a ver si no suenan a greguería 'caprifoliáceo', 'rarificativo' o 'engurriamiento', y están), pero sí entra 'greguería', cuya raíz es griega («gritería confusa de la gente»), aunque el resto del sustantivo se lo sacara Ramón de la manga, como otras muchísimas palabras e ideas, pues era medio mago de esto (se sacaba, por ejemplo: «la ü con diéresis es como la letra malabarista del abecedario»). Tampoco reconoce el diccionario el 'Ramonismo', con 'r' mayúscula (o sea: R). Lo más parecido que acepta es 'ramonear': «cortar las puntas de las ramas de los árboles» (¿a que no lo sabían?). Lo cual, bien mirado, nos permitiría definir el 'Ramonismo' como su inversión greguerizante; algo así como lo que saca punta a las ramas de los árboles. Y también, puestos a sacar punta, como una forma -Ramonista, claro, no va a ser otra- de ver la historia de España en sus muchas ramificaciones. Si sumamos a 'los Ramones' que han sido, te sale España. Pérez de Ayala más Valle Inclán más (Juan Ramón) Jiménez más Menéndez Pidal más Cajal más Sénder más Arcusa y más Ramón Irigoyen, te dan... desde las Troteras y danzaderas hasta los abanicos del Caudillo pasando por el Cid, Max Estrella, el burro Platero, el Epitalamio del Prieto Trinidad, las células nerviosas y el «La, la, la»: greguerías todas ellas por extensión metafórica, cada cual de una cosa; sobre todo Platero, que hizo de ser un burro un aventura del espíritu. Dicho sea de paso que la greguería no es una ocurrencia, sino que consiste en pensamiento. Pues este martes pasado, 10 de octubre, resultó un greguedía. Por la tarde, me encamino hacia el Salón de Columnas de 'la Bene' para asistir a la inauguración de la Exposición «RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA. GREGUERÍAS ILUSTRADAS». Ando peripatético, contemplando -así, como deslavazado- en las televisiones de los escaparates la teórica de la metafísica del puigdemontismo. O de la patafísica. Se percibe en la calle una atención televisiva de tarde grande de toros (no en vano, el president ya había triunfado en la Plaza de Tarragona), de histórico del Derby, de festival con alfombra roja. Y no puedo evitar el greguerizar: el -ismo que peor nos ha resultado es nuestra historia, pienso, es el abismo. La Exposición -la de Ramón, me refiero- no sólo es una delicia; es un pensar continuo, a velocidad instagrámica (dícese del fulgurante majín Ramonista, de su meteórica síntesis poética). Y nada más entrar en ella, en la primera mesa a mano izquierda, Ramón clava, acierta, piensa, saca punta al día 10 de octubre de 2017 con una greguería publicada el ¡14 de julio de 1935!, en Blanco y Negro: «Las banderas en piedra blanca que rematan los arcos y los monumentos son banderas de paz, porque la piedra no puede admitir nacionalismos en su pura esencia eterna». Como se ve en este gráfico. Por hacerme una idea general (a la par que greguerizante) de aquel 14 de julio en cuestión (agraria, social, militar, religiosa y regional: como solía entonces multiplicarse la cuestión; aparte que el regional fuera ya también un tren), voy al Blanco y Negro del día, domingo, como siempre (y ahí el domingo contaría con greguería propia, que me invento ahora mismo: «el domingo es un día que cae siempre en domingo; puede considerarse también un suplemento de la semana, como el Blanco y negro») y compruebo que le acompañan greguerías referidas a temas críticos, tal que: las nubes que algunas tardes adoptan forma de fémur inverosímil, las columnas de libras de chocolate que no salen en los libros de arquitectura (a pesar de gozar de gran carácter en los ultramarinos), los miopes que meten la cabeza en los libros, las casas que dan al norte (y no debieran), el tupé encocorotado de los niños españoles (rasgo de alcurnia) y los caballos que nacen con piel de vaca lechera (desviándose fatalmente de su destino como caballos).

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