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Esperpéntico

FERNANDO SÁEZ ALDANA

Miércoles, 20 de diciembre 2017, 23:53

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Una escala que midiese el hartazgo humano establecería cuatro niveles, de menos a más: hasta la coronilla, hasta las narices, hasta cuatro palmos más abajo y hasta donde estamos del puñetero prusés, del maldito «desafío soberanista», del insoportable «pulso independentista», es decir, del intolerable golpe contra el Estado de derecho español propinado desde sus propias instituciones por funcionarios traidores que odian a España tanto como aprecian los sueldos que les paga cada mes. Pero, con ser ya irritante, insufrible y estomagante hasta la arcada, el «conflicto catalán» resulta sobre todo patético y característico de ese género literario tan español que presenta «una realidad deformada y grotesca y la degradación de los valores consagrados a una situación ridícula»: el esperpento.

Resulta esperpéntico que a un politicastro antieuropeo perseguido por la justicia española por un delito consumado de rebelión y huido a la capital de la Unión Europea no solo no lo entreguen ipso facto a un país miembro sino que pongan pegas. ¿De qué 'unión' hablamos?

Resulta esperpéntico que estos canallas sin dignidad de un gobierno regional del Reino destituidos y encarcelados por proclamar la República quieran ¡y puedan! presentarse otra vez a unas elecciones autonómicas convocadas por el represor Gobierno español para volver impunemente a las andadas.

Resulta esperpéntico el espectáculo de los líderes «constitucionalistas» postulándose para presidir la Generalidad con intenciones de voto inferiores al 20%. Y también que, por si pierden, los candidatos golpistas hablen ya de pucherazo cuando ellos montaron un simulacro de referéndum, ilegal y sin garantías democráticas.

Resulta esperpéntico, en fin, otorgar apariencia de «normalidad» a unas elecciones autonómicas en Cataluña tan anómalas que (1) son las terceras en cinco años, (2) las ha convocado el presidente del Gobierno español en plena suspensión de la autonomía catalana y (3) se presentan los mismos que han llevado a los catalanes a la ruina económica y social y, lo más esperpéntico de todo, (4) que volverán a obtener la mitad de los votos. Ante los manifestantes que lo arroparon en Bruselas, el cobarde fantoche de Puigdemont ironizó que tantos no podían haber ido hasta allí para apoyar a delincuentes. Olvida que en el País Vasco cientos de miles de ciudadanos apoyaban y votaban a los terroristas al grito de «ETA, mátalos».

Arengo a los catalanes en sus cabales con una cita que no puede ser más actual y oportuna: «Carguemos contra los fanáticos y los malvados, destruid las aburridas declamaciones, los miserables sofismas, las falsedades históricas, impedid que la gente dotada de sentido común sea esclava de los que carecen de él. La generación futura os deberá su razón y su libertad» (Voltaire, 1765).

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