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La escoba

Si el patriotismo individual se escora al sentimentalismo colectivo, ya no estamos ante un debate político sino mágico

FELIPE BENÍTEZ REYES

Sábado, 19 de agosto 2017, 00:14

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El cartel de inspiración leninista de la CUP, aunque en realidad diga poco, ya que se sostiene sobre una metáfora simplista, dice mucho más de lo que dice. Dice que a los políticos corruptos no hay que llevarlos a los tribunales y juzgarlos con arreglo a las normas propias de un Estado de derecho, sino barrerlos. Dice que a la monarquía no hay que someterla a un cuestionamiento racional como modelo de jefatura del Estado, sino barrerla. Dice, por ejemplo, que a los matadores de toros de la España cañí no basta con prohibirles torear en tierras catalanas, sino que además hay que barrerlos. Dice que a la iglesia católica no hay que equipararla a efectos administrativos al nivel de cualquier otra confesión, sino barrerla. Por otra parte, dice que el independentismo catalán no se conforma con una independencia modestamente catalana y que aspira a anexionarse a la Comunidad Valenciana y a Baleares para la conformación arcádica de los Paisos Catalans, a un tris del imperio catalán.

Dice, en fin, otras muchas cosas este cartel profiláctico, pero pasa de puntillas sobre un aspecto: una vez barrida una superficie, a los residuos hay que darles un destino. Se comprende que la CUP quiera barrer de Cataluña a los políticos y a los toreros españoles, entre otros, pero se da el caso de que la barrendera del cartel barre también a Jordi Pujol y a Artur Mas, un abuelo y un padre de la patria, lo que genera una serie de incertidumbres: ¿se los barre de la Cataluña independizada y nos los mandan a España en calidad de refugiados políticos?, ¿se los destierra a Andorra?, ¿se los tira al mar jurisdiccional de los Paisos?, ¿se crea un gulag para ellos en la catedral de Barcelona, una vez expropiada? A la espera quedamos de que nos aclaren el enigma.

Cuando se opone la patria verdadera a una nación espuria se suele caer en un error de duplicación de concepto, ya que todas las patrias son ficticias. Lo que no es ficticio es el funcionamiento administrativo de una nación, que se fundamenta en unas convenciones territoriales, en un pacto social y en unas aspiraciones comunes. Si el patriotismo individual se escora al sentimentalismo colectivo, ya no estamos en un debate de esencia política, sino en el mundo de la magia, y la magia no admite debate: la magia sucede.

En Cataluña está produciéndose un apoderamiento diversificado de la realidad para conseguir la unificación de una realidad, sin duda porque la realidad no puede caminar sin la muleta de la paradoja. De ahí que la derecha gobierne gracias a la izquierda y que a ambas les parezca natural esa alianza que no contenta a nadie, pero que satisface a una fantasía superior, a un ente abstracto: la patria verdadera de todos ellos.

El espectáculo sólo presenta un defecto: que no tiene un desenlace posible, ya que su sentido está en el nudo. Gordiano.

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