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Los engaños del independentismo

La justicia y las comparecencias de los líderes secesionistas demuestran que el 'procés' se levantó sobre un castillo de mentiras

Sábado, 3 de marzo 2018, 23:50

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Dos meses después de las elecciones, Cataluña sigue sin Gobierno, con el independentismo incapaz de acordar a quién coloca al frente de la Generalitat y con el 155 vigente (y, por tanto, la autonomía intervenida por el Estado) ante el retraso en la vuelta a la normalidad institucional. El empecinamiento de Carles Puigdemont en aferrarse al poder con un mando a distancia desde su autoexilio y en ser investido, aunque sea por una fantasmagórica asamblea de electos de corte bolivariano y sin soporte legal, se quedaría en una pesada broma de mal gusto si no tuviera bloqueada la comunidad. Y si no pretendiera burlar de nuevo el Estado de derecho, incluido el propio Estatut. Las comparecencias más recientes de líderes del secesionismo ante la Justicia han vuelto a poner de manifiesto el castillo de mentiras sobre el que se levantó el 'procés'. La declaración unilateral de independencia aprobada por el Parlament era puramente «simbólica», «no tenía recorrido real», han insistido sin inmutarse en una patética muestra de temor ante las decisiones judiciales y sin sonrojo alguno por haber manipulado a su antojo las legítimas aspiraciones de cientos de miles de ciudadanos. Artur Mas llegó a confesar el pasado martes en el Tribunal Supremo que el alcance de la declaración del 27 de octubre del Parlamento se exageró, lo que «pudo ser un engaño». Lo es, sin duda, la excusa en la que se escudó la exparlamentaria anticapitalista Anna Gabriel para fugarse a la muy capitalista Suiza y eludir así la acción de la justicia: en España no tendría un juicio justo porque los tribunales actúan al dictado del Gobierno, vino a decir. La realidad desmontó sus falsedades en apenas unas horas: las que tardó el Constitucional en hacer pública una sentencia en la que propinaba un contundente varapalo al Ejecutivo central por el chapucero método de la ley Wert para intentar burlar la inmersión lingüística en Cataluña. Todo un triunfo para la Generalitat y un quebradero de cabeza para el Ministerio de Educación, que veía así frustrados sus pomposos y contradictorios anuncios de asegurar la enseñanza en castellano gracias al 155. En paralelo, la Audiencia de Barcelona accedía a dejar en libertad bajo fianza a los saqueadores confesos del Palau de la Música al estimar parcialmente las alegaciones de sus defensas. Félix Millet y Jordi Montull utilizaron esa venerable institución como caja para ingresar las 'mordidas' de empresas al partido de Puigdemont y Mas a cambio de contratos con la Generalitat. Los independentistas harían bien en recordar ambos casos cuando vuelvan a presentar a España como una república bananera con tribunales genuflexos ante el poder.

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