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Viernes, 5 de enero 2018, 23:57
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«No ha sido un año fácil. Ha sido extraordinariamente difícil, con enorme tensión para todos». El presidente Rajoy admitió ayer que el problema catalán ha torcido un 2017 satisfactorio en lo económico, pero extremadamente complicado en lo político. «Hemos tenido que hacer frente a algo muy inusual y desestabilizador como una declaración unilateral de independencia de una región», reconoció en el balance de fin de curso. Pese a las incógnitas que despiertan los resultados de las elecciones catalanas, Rajoy está satisfecho de cómo ha reaccionado hasta ahora el Estado, respaldado «por unas reglas que nos dimos hace cuarenta años por amplísimo consenso». En esa línea, el presidente anunció la convocatoria del pleno de constitución del Parlamento de Cataluña para el 17 de enero y, en una clara advertencia a los secesionistas, destacó que el Gobierno que preside defenderá la ley y la convivencia de españoles y catalanes. Y es que Rajoy es plenamente consciente que los independentistas mantendrán su pulso al Estado, lo que puede complicar la línea de recuperación económica del país. En su larga exposición de ayer, destacó que España ha crecido en 2017 un 3,1%, lo que ha permitido crear cerca de 600.000 puestos de trabajo y reducir el desempleo por debajo de los cuatro millones de parados. Unos buenos datos, pero con los actuales niveles de empleo, la gran precariedad de los nuevos puestos de trabajo y las altas cotas de desigualdad todavía no corregidas tras la crisis no invitan para nada a la euforia. En cualquier caso, acierta Rajoy cuando dice que en este momento la única amenaza que planea sobre la economía, todavía empujada por vientos de cola, es la cuestión catalana. Porque si nada se tuerce, contando con un crecimiento medio del 2,5% en los próximos años, en 2019 se alcanzarían los 20 millones de ocupados y el paro se reduciría al 11% en 2020. El líder popular describió también nuevos desarrollos para el AVE, las carreteras y las telecomunicaciones, pero eludió hablar de la renovación interna de su partido, que parecería natural tras el descalabro del PP catalán, ni de las medidas de modernización y reforma que podrían contribuir a recuperar una convivencia que se ha deteriorado. Ciudadanos, fortalecido por su gran éxito en Cataluña, se dispone evidentemente a competir por el liderazgo del centro-derecha, y ello puede afectar a la continuidad de la legislatura si el PP se encastilla en su proverbial pasividad.
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