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DIÁLOGO

PÍO GARCÍA LOCO POR INCORDIAR

Domingo, 15 de octubre 2017, 23:38

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Diálogo corre el peligro de convertirse en una palabra comodín, hueca, un sustantivo sin sustancia, como democracia o fascismo. Son todas ellas palabras tremendas e incontestables que han acabado degenerando en adverbios inanes e infinitamente polisémicos. Uno dice que el conflicto catalán se resuelve con diálogo y se tumba en el sofá tan orondo. ¡Y luego nos reímos de las candidatas a Miss Universo que acabarían de un plumazo con el hambre en el mundo! Son frasecillas livianas, que concitan un apoyo universal porque cada cual las utiliza según su conveniencia y que ni molestan ni comprometen. Solo sirven, como dicen agudamente los italianos, para hacer bella figura.

Deberíamos exigirnos ir un poco más allá. ¿Diálogo entre quién, sobre qué, dónde, en qué condiciones, con qué límites? Yo, por ejemplo, pido un diálogo que conduzca a la reforma del título VIII de la Constitución y que se discuta durante mucho tiempo (con razones y sin soflamas de banderola) si conviene o no conceder a según qué regiones un referéndum y en qué términos. No creo que se necesite mediador alguno -corremos el peligro de acabar en manos de gente tan pintoresca como Otegi, el abad de Montserrat o algún oscuro oficinista suizo-: para eso ya tenemos un Parlament y un Congreso extraordinariamente plurales a cuyos miembros les pagamos un (generoso) sueldo para que debatan. Y debe haber una condición ineludible para este diálogo: que se obre dentro de la ley.

A quien piense que esto de cumplir las leyes es cosa de fascistas, le recomiendo que se lea Critón, un diálogo platónico. Cuando Sócrates es condenado a muerte, sus discípulos le piden que huya. El filósofo se niega. Prefiere morir porque huir supondría incumplir la ley. Y eso solo conduce a la arbitrariedad, al caos y al desastre.

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