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La demografía como problema

Urgen medidas para incentivar la natalidad tras encadenar La Rioja seis años de pérdida de población pese a mantener la inmigración

Martes, 1 de mayo 2018, 23:34

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La herida por donde sangra la pirámide de población de La Rioja sigue abierta. Por sexto año consecutivo, el desarrollo demográfico de la región se expresa en números rojos y, lo que es más preocupante, esta vez lo hace navegando en contra de la corriente que marca la tendencia del conjunto de España. Si el país nutre el padrón común con nueva población extranjera, el particular de La Rioja adelgaza pese al leve aumento aportado por la inmigración que, sin llegar a las cifras de antes de la crisis, sí ha cerrado, al menos, el grifo por donde se perdieron más de 10.000 habitantes entre 2012 y 2017. La inmigración, la panacea que elevó el techo poblacional de esta comunidad por encima de los 323.000 empadronados, el salvavidas que durante años evitó el crecimiento vegetativo negativo, no da para más. No alcanza ya a sofocar la sangría que provoca la falta de expectativas de progreso y de oportunidades laborales para los ciudadanos. El cambio de rol de la región en el juego de los movimientos migratorios y, sobre todo, el descenso del número de nacimientos han hecho ya de la cuestión demográfica un problema de primera línea incluso en las agendas de las instituciones y de los partidos políticos. El presidente del Gobierno autonómico, José Ignacio Ceniceros, comprometía hace apenas un mes la nada desdeñable cantidad de 122 millones de euros «a políticas específicamente alineadas con los ejes de la Agenda para la Población 2030», ese documento en el que el Ejecutivo ha dejado constancia de su preocupación no sólo por la despoblación rural -61 de los 174 municipios riojanos no suman 100 habitantes y otros 74 tienen entre 101 y 500- sino por la escasa fortaleza demográfica de la que adolece la región. Y sí quedó claro en aquella declaración de intenciones un ramillete de actuaciones previstas para tratar de paliar la primera parte del problema, la despoblación rural, no quedó tanto en lo referido al fomento de natalidad. Quizás es por ahí por donde convendría empezar a tejer el futuro y eso pasa por concretar, más allá de grandes propósitos que se antojan incuestionables, el menudeo de las medidas encaminadas a revertir una tendencia cronificada por la crisis, a propiciar el incremento de los nacimientos y a lograr que ni la maternidad siga siendo un hándicap para la mujer ni que los hijos se conviertan en un deseo imposible.

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