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Domingo, 24 de junio 2018, 00:09
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El ministro Fernando Grande Marlaska ha anunciado que retirará las 'concertinas' de las fronteras de Ceuta y Melilla con sus territorios contiguos marroquíes. Son unas mallas metálicas con cuchillas que impiden el paso de las personas y causan lesiones graves a quienes, en su desesperación, deciden rebasarlas. Tales artilugios, una versión moderna del clásico alambre de espino, empezaron a ser instalados en 2005, retirados en 2007 y recuperados en 2013. Pedro Sánchez dio su palabra de que serían eliminados cuando llegase a la Moncloa. La soberanía de los Estados no puede defenderse con esta violencia frente a la inmigración, y obliga a afrontar de una vez el problema asumiéndolo con toda su complejidad. Primero, es preciso que la UE disponga de una respuesta a la presión demográfica. Después, es necesario atacar el tráfico de seres humanos desde su origen, mediante convenios de cooperación con los países emisores y elaborando programas para asimilar a quienes huyen de guerras regionales. El fin de la brutalidad de las concertinas y ciertos gestos humanitarios como la admisión del 'Aquarius' han de servir para instar políticas inteligentes que eviten dramas y mejoren la situación del Tercer Mundo.
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