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ARTURO GIL GRANDE
Viernes, 15 de septiembre 2017, 00:00
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Resulta a todas luces inexplicable que una de las joyas arquitectónicas de la región, la ermita de Nuestra Señora de Arcos, de Tricio, un monumento histórico artístico nacional, una de las tres basílicas visigodas del país que se conservan en buen estado y la única anterior al siglo VII, resulte tan complicada de visitar. ¿Cómo es posible que, al menos en verano o en fines de semana, no se encuentre abierta al público sin depender de las buena voluntad de los voluntarias que la enseñan?
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