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ROSA FERNÁNDEZ SÁIZ
Domingo, 10 de septiembre 2017, 23:50
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La ciudad de Arnedo puede sentirse orgullosa por la manera en la que transcurrió el concierto de Miguel Bosé el sábado. Buena organización, minuciosa seguridad para que en los tiempos tan convulsos que corren todo estuviera a punto y exento de sustos; y, lo más importante de todo: acoger en el Arnedo Arena a un artista de primera como es Bosé.
Sólo había que ver en la fila de entrada varias generaciones juntas (es mi caso): maridos con sus mujeres, amigas, unos de aquí y algunos de unos cuantos kilómetros más lejos, daba igual la temperatura tan poco amable de estas noches... Bosé se encargó de calentar el ambiente.
Una puesta en escena de un gusto exquisito, dos horas en las que Bosé iba a más, como si no fuera terrenal, etéreo como el Aire al que le canta; con su pedigrí de hijo de Dominguín y de Lucía Bosé, y de ahijado de Picasso que podría haber sido insoportable (algunos necesitan de mucho menos para serlo) pero ahí está dándolo todo después de cuarenta años.
Nos guste o no nos guste, como él dijo, es y será nuestro único Amante Bandido.
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