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CARMEN VALIENTE
Jueves, 24 de agosto 2017, 23:48
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La plaza de mi niñez tiene una señal. En letras mayúsculas pone 'Prohibido jugar con la pelota'. No es el único punto de Logroño que tiene el dudoso placer de ostentar este singular ornamento. 'Para no molestar a los vecinos', se incluye en algunos. Supongo que se refieren al ruido, a los gritos, a la posibilidad de que uno de esos balones se acerque demasiado a uno de esos vecinos. Se refieren, en fin, a todo lo que es inherente a la infancia y a su disfrute. Me pregunto de dónde sale la idea de vetar -y no como caso aislado- los juegos de un niño en la misma época en que los padres se vuelven locos para apartar a sus hijos de las tablets y los móviles. Si perdemos el juego, en su expresión más primaria, perdemos lo que da a una persona la capacidad de inventar e imaginar, y con ella la semilla que permitirá la aparición de la compasión y la empatía. La imaginación es el «lugar de conexión entre las palabras y la cosas» y parece que para el Ayuntamiento de Logroño, ya no cabe en muchas plazas.
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