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«La música militar nunca me supo levantar»

JAVIER GRANDA LOZA

Viernes, 1 de junio 2018, 00:17

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El poeta y cantautor George Brassens expresaba en su interpretación La mala reputación un canto antimilitarista que suscribo y que estos días ha resonado en mi cabeza y de ahí el titular de esta carta. Hace unos días, atravesando el Espolón de Logroño a mediodía, viví con sobresalto la coincidencia de sonidos de la sirena del reloj con el producido por el paso de varios aviones que ensayan el desfile militar. No pude remediarlo y mis pensamientos me trasladaron a tiempos de guerra, cuando se avisaba a la población de bombardeos.

Al margen de esta anécdota, me gustaría manifestar mi opinión contraria al desfile militar que se desplegará el próximo fin de semana en Logroño. Sé que criticar estos fastos es nadar contra corriente y con toda probabilidad dará paso a algunas descalificaciones, seguramente nada agradables. Pero como demócrata, asumo este reto.

Un desfile militar es la exhibición del potencial armamentístico de un país que, por lo tanto, presume de su cantidad de armas para matar, tal y como acostumbramos a ver en los países más importantes del mundo. Permítanme el símil grosero si digo que se trata de mostrar «quien la tiene más grande». Es decir, quién dispone de más capacidad de influencia sobre el resto imponiendo políticas de defensa y ataque que nada tienen que ver con las necesidades de la gente.

Además, los desfiles militares bien aderezados con banderas e himnos también se utilizan como ejemplo de exaltación o sentimiento de un país. En un desfile militar no puede faltar la religión y correspondiente bendición, aunque ello suponga contradecir nuestra Constitución cuando nos declara estado aconfesional.

En definitiva, creo firmemente que actos como el que se celebrará el próximo sábado en Logroño no tienen encaje entre las prioridades de un país moderno cuyas necesidades son otras.

Respetando todas las sensibilidades al respecto, y valorando la labor de los cuerpos y fuerzas de seguridad, espero que con el tiempo vayamos aceptando que su capacidad de despliegue y actuación sólo puede ser motivo de desazón y no de alegría en un país como el nuestro.

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