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Por favor, no mezclemos churras con merinas....

JESÚS MORENO VELASCO

Sábado, 21 de octubre 2017, 23:54

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Érase una vez una región llamada Rivvogga. En ella pacían en perfecta armonía más de 300.000 almas. Era un sitio idóneo para vivir ya que gozaban de un clima estupendo, unos caldos gloriosos y además tenían una gran «Churrería» que estaba financiada con dinero público y que expedía los mejores churros llamados «presenciales» e incluso una churrería estatal con unos churros llamados «distanciales». Pese a que en otros países cercanos tenían otros tipos de churros para los Rivvogganos los suyos sabían buenísimos y a buen precio ya que no tenían que viajar para comprarlos.

Sin embargo en el año 2009 apareció una nueva «Churrería» en la zona, con capital privado. Bien es cierto que sus churros eran similares pero se denominaban «onlines». Al principio pocas personas se atrevían a probarlos ya que eran más caros, novedosos y su producción era limitada.

Sin embargo, con el tiempo personas de todos los rincones del mundo que no tenían ninguna churrería cerca o que estaban demasiado ocupados sacando sus negocios y sus familias adelante decidieron saborearlos ya que llegaban hasta la puerta de tu casa a través de las nuevas tecnologías.

Y así, gracias al tesón, esfuerzo, dedicación y empeño de sus empleados el éxito llegó muy pronto, aumentando la plantilla exponencialmente y, de paso evitando que Rivvogga tuviese una fuga de jóvenes en busca de trabajo en otros países.

A día de hoy es la empresa privada con más empleados de nuestra región, por consiguiente generando unos ingresos altísimos para las arcas públicas y de paso a todos los Rivvoggoanos.

Por desgracia, enseguida los problemas entre las churrerías aparecieron pese a que tenían distintas cotas de mercado y clientela. Por la cabeza de los churreros públicos aparecieron frases lapidarias de nuestro argot: «Todo el que abre quita», «De fuera vendrá quien de casa nos echará»... Bien es cierto que hubo errores por parte de clientes, prensistas y emisarios postales al confundir una churrería con otra debido a la proximidad, nombres parecidos, el tipo de producto que vendían e incluso por ignorancia.

Tantas gotas derivaron en caudal, por lo que los churreros públicos decidieron hacer un claustro urgente para votar una ruptura total de colaboración entre churrerías, hastiados por tanta «confusión y deslealtad» por parte de los gestores de la Churrería Internacional de RIVVOGGA.

Hoy en día vivimos en unos tiempos que tratamos de que cunda el entendimiento entre regiones, consenso, el diálogo, «parlem»... por desgracia deberíamos practicarlo más a menudo.

Mi propuesta es la siguiente: Por favor les ruego encarecidamente que queden un día en una bodega típica riojana tanto los mandatarios de las churrerías como nuestros representantes políticos como mediadores y que no falte en la mesa de negociación cerveza artesana autóctona Rivvo de Ogga (Río de Oja se escribía así en grafismo medieval).

Estoy convencido que se podrá llegar a un acuerdo mutuo entre los gremios en parte gracias al alcohol y su exaltación de la amistad. En cuando acabe esta historia de mi pequeña comunidad autónoma prometo seguir contándosela; lo que no me gustaría es que hiciera acto de presencia alguna porra.

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