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BENITO COTERÓN BLANCO
Domingo, 15 de octubre 2017, 23:38
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Te he visto el día 1 de octubre actuando en las calles de Cataluña, y me he sentido triste. Enfrente no tenías encapuchados violentos y peligrosos con caras tapadas destrozándolo todo a su paso. No había barricadas ni hogueras. Nadie os atacaba con cocteles molotov ni con tirachinas. Solamente ancianos, padres de familia y jóvenes que se ponían ante vosotros con los brazos en alto. El «arma» más peligrosa que llevaban eran unos tupperware algo grandes y unas papeletas. Sin embargo, os empleasteis con saña con las porras, tirando a mujeres escaleras abajo, sacando a rastras a chicas tirándoles del pelo, dando patadas a personas que estaban sentadas en el suelo. Todo esto me perturba. En mi intento de explicarme cómo puedes llegar a este nivel de brutalidad gratuita, te imagino con un subidón emocional muy grande cuando salieron a despedirte decenas de «patriotas» con banderas gritando: «¡A por ellos!». Te imagino entusiasmado al leer en las redes sociales aclamaciones animándote a «dar ostias como panes». Te imagino emocionado oyendo y leyendo a tertulianos, columnistas y escritores famosos que te ensalzan como un caballero andante. Quizá también te has limitado a seguir instrucciones de autoridades que subían tu autoestima haciéndote creer que actuabas en defensa de la libertad y la democracia. Pues bien, lo siento... Te han engañado. Muchos de los patriotas del «¡A por ellos!» y de los internautas que te halagaban te maldecirán y desearán males terribles para ti y tus seres queridos cuando les denuncies en un control de alcoholemia. Los tertulianos, columnistas y escritores te llamarán «vendido» y «canalla» cuando hagas tu trabajo en una redada contra políticos, banqueros y empresarios corruptos, e incitarán a las masas a despreciarte. Las autoridades que te han dado las instrucciones serán implacables en su negativa a acceder a tus más que justas reivindicaciones laborales o de conciliación de tu vida familiar y laboral. Y cuando después de una vida de servicio con tanto sacrificio te llegue el momento de la jubilación, verás tu pensión reducida a la condición de limosna por las políticas de capitalismo despiadado que han puesto en práctica esas mismas autoridades. Pero no estarás solo. ¿Sabes quienes te apoyarán? Pues muchas de las personas a las que apaleaste, o a las que tanto desdeñas. Querido agente, por favor, párate un poquito a pensar en ésta reflexión que te planteo. Te deseo una vida próspera, feliz y dichosa a ti y a tus seres queridos. Y gracias por protegerme cuando lo he necesitado, de todo corazón te lo digo.
cartas@larioja.com
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