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LOS CALLADOS

MANUEL ALCÁNTARA

Lunes, 20 de noviembre 2017, 23:43

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Los errores se pagan, pero los que corremos con los gastos somos siempre los mismos. Mientras hablamos de la España de dos velocidades, no nos damos cuenta de que una de las dos está parada. Ni para adelante ni para atrás, sino quieta, esperando que la Virgen de la Cueva salga de su guarida. Siempre que ha llovido ha escampado y siempre que ha escampado ha vuelto a llover. De aquel viejo eslogan orgulloso que alardeaba de que España es diferente, sólo nos queda reconocer que es distinta a sí misma. Un trabajador cobra de media al mes, según donde haya nacido y según donde trabaje.

La ministra de empleo, Fátima Báñez, asegura que es el momento de que suban los sueldos en España, para que todos puedan alcanzarlos, sin empinarse con riesgo a darse un batacazo, pero en nuestro tambaleante castillo interior, tenemos almenas que no queremos reconocer que son nuestras y hay que echarles de comer aparte.

El baile de máscaras sólo se terminarán cuando todos se quiten la careta y se compruebe que la cara que ocultaban era idéntica a la que tenían, pero nuestras cuitas íntimas tienen la ventaja de que nos hacen olvidar las que afligen al mundo. Cada año se practican en este planeta suburbano 56 millones de abortos y la mitad de ellos ponen en peligro la vida de las mujeres, según la Organización Mundial de la Salud. A pesar de eso, cada vez somos más, aunque estemos callados. Por eso Rajoy apela a la «mayoría silenciosa» para que rompa a hablar a ver si se la escucha entre tanto estruendo. Tenemos la llave, pero no sabemos dónde está la puerta. Lo que no ignoramos es que no hay que aglomerarse en la salida. Allí está Ada Colau, vigilando las puertas para que no salgan los de dentro, ni entren los que están fuera.

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