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PABLO ÁLVAREZ
Jueves, 14 de septiembre 2017, 00:12
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Van a declarar la independencia de Cataluña. Váyase usted haciéndose a la idea: el día 2 de octubre, pase lo que pase el día anterior, Puigdemont y sus chicos dirán que Catalunya es una República independiente. Dará igual que hayan votado tres, cinco o doce. Dará igual lo búlgara que sea la pseudo-consulta, si ha habido urnas en todos los pueblos, en tres o en doscientos. Dará igual si hay un censo o no, si sabe usted dónde debe votar o no, si los votos los cuenta un señor de ERC y su prima. Todo eso va a dar igual. El 2 de octubre, dirán que Catalunya es independiente.
En realidad, lo que buscan los independentistas es que haya una reacción. Una reacción a lo burro, en plan sacar tanques, echar gases lacrimógenos y eso. Una reacción que legitime esa patraña que se han inventado: que son nada menos que una colonia de un estado absolutista y dictatorial. Patraña que medio pueblo catalán parece haberse tragado, en lo que constituye un caso de hipnosis colectiva digno de estudio por los sabios del futuro.
Buscar eso, claro, es de irresponsables: una vez encendida una mecha, cuánto puede quemar es algo insondable. Pero como si a ellos les importara. A un imbuido en la fe nacionalista todo le da igual, especialmente las personas. La suya es una idea religiosa, de ésas que justifican cualquier sacrificio, cualquier medio.
Así que en eso están: con el todo vale por bandera (tras Las Ramblas, nadie puede dudar eso) andan ahora buscando el desastre que les legitime.
Habrá que esperar de los demócratas de verdad el milagro de no concedérselo.
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