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Buenos hijos

MARÍA ANTONIA SAN FELIPE

Miércoles, 6 de diciembre 2017, 23:46

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Según sus defensores, José Ángel Prenda, Jesús Escudero, Ángel Boza, Alfonso Jesús Cabezuelo y A. M. G. son «patanes, infantiloides, simples o primarios en sus pensamientos» y aunque tienen «comportamientos que merecen reprobación» (tres de ellos tienen condenas previas de cárcel), en realidad son «buenos hijos, algunos trabajan, otros lo intentan, están muy unidos a sus familias». Además, todas las mañanas al salir de casa saludaban a los vecinos y hasta en alguna ocasión, siempre que no fueran en manada, ayudaban a cruzar el paso cebra a las ancianitas. Según los abogados de la defensa debe conmovernos el juicio paralelo que está habiendo en la calle y en las redes sociales. El injusto calvario está destrozando sus vidas.

Entiendo que todo el mundo tiene derecho a la defensa aunque los argumentos de algunos abogados de 'la Manada' me producen escalofríos. No puedo olvidar que estos 'buenos hijos', cuando salen de cacería son unos salvajes y cuando 'la Manada' actúa grupalmente el nivel de estupidez y de maldad crece exponencialmente. Lo que hemos escuchado a lo largo del juicio no debe olvidarse fácilmente. Los jueces tienen ahora la palabra pero socialmente, hombres y mujeres debemos ser intolerantes con las vejaciones de cualquier tipo hacia las mujeres. Mucho más ante una violación grupal que es el punto máximo del desprecio y del sadismo de los implicados.

Esta manada de 'buenos hijos' todavía se considera inocente porque no entiende la magnitud de su felonía. No le dieron importancia entonces ni ven ahora la gravedad de su hazaña porque, aunque según sus abogados quieren mucho a sus madres, las mujeres para ellos son un objeto de usar y tirar. Por eso la joven quedó tirada en el portal, semidesnuda, sin teléfono, aterrada y sola. Obviaron su libertad y su dignidad como persona.

Ellos actuaban según sus propios códigos que ignoran la libertad ajena, ellos ya saben lo que quieren las mujeres, las mujeres quieren hombres que les den caña. Ellas disfrutan mientras cinco animales en manada las penetran anal, vaginal y bucalmente en un portal sin ninguna contemplación, sin preservativos, sin pedir permiso porque ella, puesto que no se quejaba, consentía. De lo contrario no hubiera tenido los ojos cerrados. Los cerró porque estaba encantada. Jesús Pérez, uno de los defensores, ha preguntado al tribunal: «¿Qué mujer hace una felación con los ojos abiertos?», mientras que el otro, Agustín Martínez, ha apostillado: «Es difícil hacer una felación con los ojos abiertos». Incluso han lamentado que no haya estadísticas para demostrar que esa es una forma de disfrute.

Al escuchar estos argumentos he recordado los pelotones de fusilamiento, seguramente el que va a ser fusilado también cierra los ojos deseando morirse de miedo antes de que lo maten. Cuando no hay salida uno cierra los ojos para no ver, para desear que todo pase cuanto antes, para llorar hacia adentro, para tragarse el desconsuelo, para huir del horror, para morirse en la angustia. Ese y no otro es el sentido de los ojos cerrados de la víctima de 'la Manada'.

Aventurar que esa mujer tan salvajemente agredida, como hacen los defensores de 'la Manada', disfrutaba durante esos 17 minutos que debieron parecerle infinitos es una osadía y un desprecio hacía todas las mujeres. Nadie conoce los recovecos del alma ajena porque, como diría Alejandra Pizarnik: «Lo que pasa con el alma es que no se ve/ lo que pasa con la mente es que no se ve/ lo que pasa con el espíritu es que no se ve».

Los integrantes de 'la Manada' son unos 'buenos hijos', aunque íntimamente sus madres no estén orgullosas de ellos. Solo les deseo que la condena se ajuste a la magnitud de su hazaña.

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