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Se acabó

Hay un punto de canción de María Jiménez en los mensajes capturados de Puigdemont

JOSÉ MARÍA CALLEJA

Jueves, 8 de febrero 2018, 23:42

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Le han pillado a Puigdemont con unas frases escritas de su puño y móvil empachadas de contexto. Palabras de este jaez: «Esto se ha terminado. Los nuestros nos han sacrificado»; ese, no volveré a pasar hambre en Tara y «me dedicaré a mi defensa» en régimen de monocultivo; ese casi lema ganador para Soraya Sáenz: «El plan de Moncloa triunfa», proporcionan más información que cien sesudos editoriales sobre el monotema. Con todos mis respetos para los editorialistas sesudos, y aburridos.

Las frases de Carles Puigdemont, captadas por dos periodistas, que estaban en el momento preciso a la hora exacta, del celular de un Comín que no sale a padre, ponen a limpio lo que estaba claro desde hacía años. En efecto, el espíritu escisionista, vocacional en el proceso, que después de romper a todos los partidos y, lo que es peor , a la sociedad catalana, ha acabado salpicado a los suyos/suyos. Ha enfrentado al fugado con ERC y al propio huido con lo que queda de su partido. Sólo le quedan, al autodesterrado, con doce de los suyos, polvo, sudor, mejillones y cañas, los muy cafeteros: Puigdemont cabalga.

Hay un punto de canción de María Jiménez en todo esto y en los mensajes capturados: «Se acabó, porque yo me lo propuse y sufrí, como nadie había sufrido y mi piel, se quedó vacía y sola, desahuciada en el olvido(.) y ahora ya mi mundo es otro». ¡Superen esas palabras con pértiga!

Por ahí va el balón. Junqueras, que no para de decir que es buena persona -tanta insistencia en la autoloa ya resulta sospechosa--, le pide al huido que se quite ya, mientras el president del Parlament, que dijo que quería coser, demuestra que vale igual para un roto que para el descosido de ir a ver a Bruselas al fugado. Se ha puesto Roger Torrent un lazo amarillo metálico en la solapa, en una confesión implícita de que esto va para largo.

Parece que el Estado español haría un enorme servicio a los separatistas si quitara de la circulación a Puigemont, convertido en jarrón chino lenguaraz antes de tiempo.

Permitánme que me descuajeringue con la flota de abogados, periodistas y políticos que se quedaron a vivir en su día con el sms de Mariano Rajoy a Bárcenas, «sé fuerte», y ahora dicen, el abogado de Comín, que Carles Puigdemont es otro Carles (¿Manson?), que las frases han sido robadas, o que era una bajón de ánimo propio de un ciclotímico de fábrica. ¿Quién no tiene una mala tarde? Qué decir de la patulea de los tres gremios citados que sostienen que las frases han sido sacadas de contexto y claman compungidos por la privacidad. Justo lo contrario de lo que han hecho con todas las frases de mensajes que en el mundo han sido. Un cámara enfocó una conversación, sin engaños ni trampas. Es periodismo, amigo.

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