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LA PLAZUELA PERDIDA

Libertad y seguridad

ALONSO CHÁVARRI

Miércoles, 7 de junio 2017, 10:14

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Libertad y seguridad siempre se han considerado conceptos poco compatibles, estableciéndose una dicotomía que hace creer que si queremos seguridad, hemos de perder libertad y recíprocamente; y puede que esto sea cierto, pero nos resistimos a tener que elegir, ya que queremos ser libres y estar seguros.

Cuando la vida discurre por cauces razonables, si es que alguna vez la vida es razonable, no representa mayor problema esta elección que hemos de hacer entre libertad y seguridad, pues es cuestión de dosificar la proporción entre una y otra; incluso en los casos de mayor irracionalidad, que han sido siempre las guerras, se aceptaba con resignación que la libertad debía ceder ante la seguridad -cierto que en esos casos no quedaba más remedio, pues en los estados de guerra no se pregunta nada a la ciudadanía-.

El problema surge cuando entramos en lo que podríamos llamar 'irracionalidad inexplicable', que son los sucesos, recientes y no tanto, con que nos sacude el terrorismo. Al no ser una situación razonable ni tampoco una guerra declarada, en la que el estado militar imperante en esa situación no da opción a elegir, la duda entre ceder libertad, para ganar seguridad, y no ceder un ápice de libertad, se hace más cartesiana que nunca, no siendo fácil para nadie tomar una decisión.

La libertad es sagrada, siempre que los riesgos afecten a los demás, pero, si los riesgos los corren las personas próximas, ya no nos parece tan sagrada; yo no quiero que nadie me vigile pero, si corre peligro mi familia, quiero que vigilen hasta al gato. Dicho de otra manera: los derechos son sagrados, hasta que dejan de serlo; por ejemplo, se suele pensar que la presunción de inocencia es sagrada, hasta que llega un juez y decide condenar a un acusado solamente con la palabra del denunciante.

Suele decirse que todo en la vida tiene un límite, y más en estos casos de 'irracionalidad inexplicable' que nos ocupan, el problema es definir cuál es ese límite en el que hemos de renunciar a algunos derechos fundamentales, en beneficio de algo más importante, como es la mejor defensa de la vida humana.

Hay quien piensa que, en la actual situación de alarma por los crecientes atentados de terroristas irracionales, es el momento de ceder libertad en beneficio de la seguridad y que, por ejemplo, las fuerzas de seguridad podrían registrar domicilios sin necesidad de órdenes judiciales, siempre que los resultados del registro sólo pudieran ser utilizados en asuntos relacionados con el terrorismo, siendo invalidados en cualquier otro caso delictivo. Otros piensan que no, que el combate contra el terrorismo no debe cruzar los límites de siempre. Puede que los primeros tengan razón. O puede que no. No lo sé.

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