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Belleza desordenada

ALBERTO CASTRO - AMIGOS DE LA TIERRA DE LA RIOJA

Domingo, 4 de junio 2017, 00:48

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El concepto que se ha impuesto en cuanto a observación de nuestro entorno es estético. Decimos que un paisaje es bonito cuando se dan unos colores uniformes y armoniosos. También observamos un jardín o área verde, decimos que está bien hecho cuando tiene una porción muy grande de césped verde y algún árbol aparece de vez en cuando por los laterales y si acaso un pequeño rosetón de flores en un terreno acotado. De los ríos nos gusta que estén «limpios», que no tengan «maleza», que se compongan de una fila de árboles que acompañe en los márgenes y un bonito paseo para verlo.

Pero la biodiversidad, los insectos, los reptiles, los roedores, las aves, los pequeños mamíferos, etc., no entienden nada de este orden que nos gusta. Les asusta cuando vamos con las excavadoras y dejamos pelado un río. No entran en nuestros jardines y raramente en nuestros campos de cultivos en los que, aparte de resultarles monótonos, se exponen y mueren por los insecticidas, fungicidas y herbicidas que se les echa.

Pensemos, en un ejercicio de imaginación, como se siente nuestra fauna y flora cuando entra en contacto con un paisaje humanizado. Esas abejas, avispas, ven con preocupación la falta de flora, y rezando para no entrar entre cultivos que es muerte segura, los reptiles son vistos como amenaza por no sé qué creencia y huyen despavoridos del ojo humano, los pequeños roedores no ven refugio donde tener casa excepto cuatro linderos, y como sean más de la cuenta habrá permiso para envenenarlos. A las aves, muchas veces, les cuesta horrores buscar un árbol en el que posarse. Mamíferos como las comadrejas, hurones o nuestro visón no encuentran refugio en estos ríos tan limpios y se van o no están.

Quiero decir que la naturaleza no entiende de belleza estética en cuanto esto significa orden y lógica. Sino que su belleza reside en el desorden, en la explosión de vida de primavera, en troncos y ramas que caen y no porque sobren, de agostarse las hierbas por el calor y quedar amarillo. Y en este lógico desorden, sin intervención humana, el roedor puede esconderse de sus depredadores, los pájaros encuentran los insectos que llevar a sus crías, el visón encuentra hábitat en el que vivir, las abejas y mariposas ven multitud de flores por recolectar.

Ya sé que muchas veces la naturaleza es molesta, pero somos parte de ella y tenemos que fomentarla porque, aunque muchas veces vivimos de espaldas a ella, es nuestra casa.

Con esto solo me gustaría que cuando veáis esta naturaleza desordenada, con su «maleza», sus «malas hierbas», su descuido, se nos cambie la forma de interpretación. Estamos viendo un nicho de biodiversidad excepcional, y si nos quedamos más tiempo, veremos andar a las mariquitas, volar incasablemente a los pájaros, tomar el sol a las lagartijas, y con suerte veremos una comadreja merodeando o un conejo asustado. Y esto, creedme, es más bonito que el jardín de césped verde, los grandes campos de viña o el río ordenado y sin maleza ni matorral.

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