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La hora de Portugal

El país vecino tiene desde este fin de semana dos nuevos santos en el cielo y al ganador de Eurovisión

DIEGO CARCEDO

Martes, 23 de mayo 2017, 23:53

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Ganar el Festival de Eurovisión no deja de ser un éxito que difícilmente puede superar el calificativo de pintoresco. Pero para algunos países es una forma de proyectarse al mundo que internamente se valora más incluso que fuera. Es el caso de Portugal, donde el triunfo del sábado ha sido recibido con especial alegría. Era la primera vez que ganaba un cantante luso y el triunfo de Salvador Sobral se convirtió en una prueba de que el tradicional pesimismo nacional de los portugueses, si es que no carecía de justificación, está dejando de tenerla.

Portugal ha atravesado una larga etapa de problemas que destrozó las endebles estructuras de su economía, hasta desembocar en un endeble sistema democrático que tuvo que ganarse su solidez para resistir la dureza de la crisis más lacerante de cuantas coincidieron en el continente. Los portugueses, un pueblo sufrido y admirable, soportaron estoicamente tantos avatares penosos. Pero todo tiene su premio y, últimamente, su suerte parece haberse puesto de cara y han empezado a recibir algunas de las compensaciones que tanto se les venían haciendo esperar: sus casi once millones de habitantes han empezado a olvidar la premonición salazarista de que Portugal es pequeño y, sin colonias como se ha quedado, estaba predestinado a un futuro negro.

Figurar en la mitad del ranking de la UE por población, renta y demás marcadores lo desmiente. Y más cuando un presidente de derechas y un Gobierno de izquierdas están dando un ejemplo estabilizador de cohabitabilidad y pragmatismo poco frecuente. Puede decirse que el levantamiento del ánimo colectivo de los portugueses comenzó cuando su idioma, una de las lenguas más universales, fuese reconocida con la concesión del premio Nobel de Literatura a Jose Saramago el mayor exponente contemporáneo de una brillante tradición literaria que empieza con Camôes, sigue con Pessoa, Torga, Bessa Luis y un etcétera que se alarga en el presente.

Pero también su peso e influencia internacional ha cambiado. Después de tantos años de aislamiento, un portugués, Durào Barroso, presidió la Comisión Europea dos legislaturas, y en estos momentos otro ex primer ministro del país, Antonio Guterres, es el secretario general de la ONU. El sábado, cuando anunciaban que el representante portugués era el vencedor de Eurovisión, la euforia en centenares de miles de hogares se desbordó. Hacía unas horas que el Papa visitaba el santuario de Fátima donde canonizaba a dos de los niños que protagonizaron la historia de las apariciones.

Las buenas noticias, por lo tanto, llegan a todos, lo mismo para los creyentes como para los ateos: el país tanto tiempo olvidado suma a su palmarés de hijos ilustres a dos nuevos santos en el cielo. En este ambiente, el inédito e inesperado éxito logrado en Eurovisión se ha convertido entre los portugueses en una confirmación eufórica de que los ansiados tiempos mejores han llegado.

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