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EDITORIALES

Los desafíos de Macron

Francia necesita evitar que se perpetúe la división entre quienes se sienten excluidos por la política oficial y quienes se aferran a ella

PPLL

Domingo, 14 de mayo 2017, 23:43

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La elección de Emmanuel Macron como presidente de la República Francesa evitó ayer que Europa se estremeciera por tercera vez en meses, tras el 'brexit' y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. La ventaja obtenida respecto a Marine Le Pen fue tan inapelable que permite saber qué es lo que no quieren los franceses en su amplia mayoría. No quieren distanciarse de la idea de Europa, no quieren establecer fronteras hacia el exterior ni en su interior, no quieren dejarse arrastrar por el populismo. Pero la liza entre Macron y Le Pen, la victoria de la racionalidad republicana frente a la incertidumbre nacionalista, tampoco ha dado la oportunidad de perfilar cuáles son los deseos precisos de los electores. Se supone que a esa incógnita deberán responder los franceses en las legislativas de junio. El proceso de las presidenciales ha acabado orillando a las dos agrupaciones políticas que se han alternado al frente de la República y sus instituciones durante los últimos cincuenta años: el centro-derecha y el socialismo. Pero bajo la crisis del sistema partidario posterior a De Gaulle se atisba una variación más de fondo en cuanto al cambio de paradigma político e ideológico en la V República. Supuesto que, de ser cierto, deberá cristalizar en las elecciones al Parlamento del 11 y 18 de junio. Y deberá hacerlo además mediante la conformación de 'En Marche!' como partido que represente o cuando menos ensamble una nueva mayoría política capaz de afrontar, desde el gobierno de la nación, las dudas, los reproches y los miedos que atenazan Francia. El hecho de que Macron se haya mantenido en solitario durante la campaña, sin siquiera atender debidamente a los apoyos que iba recibiendo -al margen de que así tratase de eludir complicarse la presidencia con favores debidos- no ha sido la mejor señal de su proclividad a fundar un partido duradero, aunque sea a su imagen. De él dependerá en gran medida que el país vecino opte de nuevo por la cohabitación, con Macron en el Elíseo y la permanencia en los puestos cimeros del ranking parlamentario de las formaciones tradicionales, que podrían recuperarse gracias a la doble vuelta. Encarnando los Republicanos el voto útil frente a las aspiraciones del Frente Nacional en unas circunscripciones, mientras que en otras los socialistas puedan sacar la cabeza frente al adversario común. Aunque Emmanuel Macron se enfrenta a un desafío más intangible pero también más crucial, que es evitar que se perpetúe la división social y hasta territorial de los franceses entre quienes se sienten excluidos por la política oficial y quienes optan por aferrarse a ella sin demasiado ánimo. El 25% de abstención y el 12% de voto en blanco en una confrontación tan al límite se suman a la advertencia.

La victoria de Emmanuel Macron, en lo que tiene de alivio para el europeísmo, podría dar lugar a dos reacciones perniciosas para el futuro de la UE. Por una parte que, vista la capacidad de movilización del populismo -más de una tercera parte del voto emitido-, París tome distancias respecto a Bruselas, abonando la falacia de que esa Francia que se siente perjudicada lo haya sido realmente a causa de los demás europeos. Por la otra que, tras la buena noticia de ayer, Bruselas y los 27 vuelvan a relajarse, volviendo cada gobierno nacional a sus particulares cuitas mientras nadie parezca preocuparse de verdad de los asuntos comunes. La elección de Macron no es una victoria definitiva para Europa, ni mucho menos. Solo es una oportunidad para que la Unión reaccione y para que el europeísmo de los franceses se restablezca frente a la demagogia populista, aceptando su propia realidad de país beneficiado al formar parte del euro.

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