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Las nuevas víctimas del Guernica

«Te hieren en las entrañas lo vivos que se conservan en sus lúgubres trazos los muertos de hoy. Son los nuevos 'Guernicas' en lienzos de carne y hueso que plasman historias de personas humilladas por la 'cultura del descarte'»

VÍCTOR MANUEL JIMÉNEZ LÓPEZ DE MURILLAS - SACERDOTE DIOCESANO

Miércoles, 3 de mayo 2017, 23:58

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Se conmemora estos días el 80 aniversario del de Picasso, una obra de arte que se ha convertido en un grito universal del sufrimiento, en la que se plasma de forma estremecedora el terror que tiñe de sangre negra el alma blanca de la humanidad, cuyo destino existencial no es la guerra, sino la paz.

Al contemplarlo te hieren en las entrañas lo vivos que se conservan en sus lúgubres trazos los muertos de hoy. Son los nuevos 'Guernicas' en lienzos de carne y hueso que plasman historias de personas humilladas por la 'cultura del descarte', como constantemente denuncia el Papa Francisco cuando alza su voz en defensa de todos los descartados de la Tierra. Y por ellos clama. Por ellos grita. Por ellos pide a las autoridades de este mundo que no los conviertan en carne de cañón de la indiferencia.

Picasso se negó a dar una sola interpretación a sus imágenes surrealistas para que en ellas pudiéramos vislumbrar a todos los heridos, muertos y olvidados. A esa madre con el hijo inerte en sus brazos mirando al cielo, como mater dolorosa que ni gritar puede, pues no hay mayor dolor que el de una madre ante su hijo muerto. También vemos al soldado derrumbado en el campo de batalla, que agarra en su mano una espada y una flor: el arma que empuñó en la guerra y «la belleza que salvará al mundo», como profetizó Dostoyevsky en .

Picasso diseñó en un primer boceto a este héroe roto con los brazos abiertos en forma de cruz, rememorando su precedente iconografía de la crucifixión. Así lo interpreta F. D. Russel en '«La crucifixión y los desastres de la guerra tienen en común el hecho de centrarse en torno a una víctima inocente. Estos temas se aúnan para ilustrar la gran capacidad de causar la muerte que tiene el ser humano, y (especialmente en el caso de la crucifixión) la necesidad que siente de una nueva vida mediante la resurrección».

En el centro de la escena vemos dos animales. Un caballo lanceado que se contorsiona cuerpo a tierra y un toro que nos desafía con la mirada del aquí mando yo, reflejo del instinto irracional y bestial del ser humano. Si hoy miramos a Oriente Medio podemos ver al hombre en su versión más animal, llegando a cotas de extrema violencia que no se pueden aguantar. Son millares las víctimas inocentes sacrificadas en un altar de intereses bastardos, que ha convertido a Siria en la mayor tragedia del siglo XXI.

Hemos de acabar con esta trágica carrera de odio y violencia desquiciada, cuya onda expansiva ya está desatando una psicosis de terror en el mundo occidental, que no puede asistir como espectador impasible hasta que todos acaben muertos, ni conformarse con poner tiritas a esta herida enorme para protegerse de sus daños colaterales. Este mal tiene raíces muy profundas, y como sentenció Albert Einstein: «El mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino más bien por aquellos que los vigilan sin hacer nada».

¿Cuánta más sangre necesita ser derramada? Ya murió en la Cruz el hombre humillado, el eccehomo que cargó con el sufrimiento de todas las víctimas inocentes, y «este Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores» (Benedicto XVI).

No quisiera dejar que pasara este 80 aniversario sin recordar a Aurelio Arteta, considerado como el más importante de los pintores vascos contemporáneos, al que el delegado del Gobierno vasco en la Exposición Internacional de París propuso que realizara otra versión del bombardeo de Guernica para el pabellón español. Por distintas causas se rechazó esta propuesta, que finalmente asumió Pablo Picasso por deseo del Gobierno de la II República.

Nunca sabremos como hubiera sido ese otro de Arteta, pero sí que tenemos la suerte de poder contemplar en el Seminario de Logroño una de sus obras colosales: Se trata de una gran pintura mural del año 1929, considerada como una de las obras más representativas y brillantes de su generación que bien merece la pena ser visitada. El pintor Mauro de Urbina así lo describió en un artículo publicado en el «Arteta realiza en el ábside del Seminario, el milagro del renacimiento de la más bella copa griega a la luz de la etrusca Florencia» (10-XI-1929).

Son muchos los que nos dicen con su vida que es posible ser humanos en un mundo tan inhumano, y que la farsa de los injustos y la crueldad de los que matan no pueden tener la última palabra. Que nunca más tengamos que hacer memoria del terror humano en los lienzos de la muerte y seamos capaces de legar a las próximas generaciones los lienzos de la vida.

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