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El PP tendría que disolverse

«Si un partido está acusado de nutrirse de fondos irregulares, que le sirven para ganar elecciones, no está legitimado para seguir en liza en estos términos»

ANTONIO RIVERA

Sábado, 29 de abril 2017, 00:08

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No hay que confundir la parte con el todo. En la política moderna el todo lo constituye la pluralidad social; la parte es solo el instrumento que le permite cobrar forma política. Puede ser un club de opinión, un medio de comunicación, una agrupación de interés, un sindicato o un partido. En suma, entidades a través de las cuales se puede hacer práctica la competencia de criterios entre los diversos grupos de ciudadanos. Las organizaciones humanas nacen, crecen, se desarrollan y finalmente desaparecen. La pluralidad social simplemente va mudando en relación a los sucesivos factores en torno a los cuales se expresa. Si el instrumento deja de servir por ineficaz o por quedar superado por la situación o por otras opciones paralelas, por perder el prestigio por sus malas decisiones o por quedar enfangado por la corrupción y la mentira, lo adecuado es que pase a mejor vida y hacerse con otro. La función crea el órgano; lo contrario es confundir -como muy habitualmente pasa en política- el medio con el fin. Cuando ocurre esto estamos ya a caballo entre la lealtad religiosa y el diván de un psicoanalista. O delante de un truhán.

Este artículo se podría haber escrito hace ya muchos meses; me temo que también se podrá volver a escribir dentro de otros tantos. La acumulación de actuaciones, cargos, declaraciones, denuncias, sospechas, evidencias. disparan una convicción que alimentaba desde hacía tiempo. La derecha española debería deshacerse de su actual partido y siglas y proceder a refundarse y constituir otro nuevo. Por más que siga ganando elecciones -más por deméritos de sus opositores que por su atractivo-, hay cosas que son prepolíticas y que el voto favorable de una minoría mayoritaria del país no puede ni ocultar ni restañar. Si un partido está acusado de nutrirse de fondos irregulares que le sirven para ganar competiciones electorales no está legitimado para seguir en la liza en esos términos. Salvando las distancias, es la misma situación que afectó a la izquierda abertzale cuando fue apartada de la competición electoral por sostener obedientemente la estrategia de ETA. Nadie jugaría a las cartas con alguien que tenga debajo de la mesa una pistola o con alguien que haga trampas. Y el Partido Popular lleva años haciendo trampas. Y la justicia acumula argumentos para corroborarlo.

La disolución y posterior refundación con otras siglas, caras, ideas, propósitos y estructuras es un borrón y cuenta nueva, un ejercicio católico del sacramento de la confesión. Todos seguiremos sabiendo que son los mismos, pero les reconoceremos el esfuerzo de haber hecho suya la culpa y de haber pagado con ese acto algo del resarcimiento que demanda la ciudadanía. Otros partidos lo han hecho y ahí siguen. Incluso ellos mismos lo hicieron cuando se refundaron para no parecer hijos directos de aquellos siete ministros franquistas que parieron la Alianza Popular de Fraga. No soluciona nada, es cierto, pero en política es lo más a que se puede aspirar. Se puede imaginar esa especie de castigo, ese volver a empezar, pero nunca la volatilización de la parte de sociedad que ayer se expresaba a través de unas siglas y que mañana lo tiene que hacer con otras. Una cosa es una cosa y otra, algo muy diferente.

¿A qué esperan para hacerlo? La crisis política nos ha enseñado que los dirigentes esperan a que el agua les llegue a ellos mismos hasta por encima de la nariz. Todavía, dicen, no existe condena en firme. Pueden esperar a que esto se deteriore todavía más. Pero puede que la estulticia no sea el único argumento. Quizás algunas cabezas del Partido Popular tienen ya pensada desde hace tiempo esta salida que aquí formulo. Pero quizás piensan que todavía quedan muchas noticias de corrupción por salir y que si se iniciara el proceso de lavado ya este podría quedar emborronado en poco tiempo ante la aparición de otra novedad de ese pelo. Vamos, que queda material por aparecer y que la elevación progresiva de la inmundicia animará un sálvese quien pueda donde acabe saliendo todo y llegando a todas partes. Quizás por eso creen prudente esperar. Ojalá fuera solo por eso.

Porque, mientras tanto, el resto del país, sin tener que ver con ellos, queda también afectado. La política está paralizada por un gobierno incapaz y deslegitimado que se combina con una oposición que se opone a sí misma y que también se desarma ante la urgencia de acabar con esta situación. La democracia se va desgastando a marchas forzadas. Se pretende confrontar una corrupción inhabilitante con unas victorias electorales que nunca podrían hacer perder de vista el pecado inicial, el engaño con el que también se gana la competición. Se infecciona todo el sistema de contrapesos del Estado buscando fiscales y jueces amigos que miren para otro lado. Se toma por normal presionar a los políticos desde los medios de comunicación para que no salgan a flote los delitos propios y los de los amigos. Siguen operando compañías de las que se sabe que prosperan al calor del dinero público. Se podría seguir.

Si todavía hay alguien en el Partido Popular que cree en la democracia, ¿necesitan más argumentos? Pueden seguir esperando hasta que la otra parte del país considere indigno e inhabilitado para la política, no a su partido, sino la existencia misma de una ciudadanía de derechas. En ese momento nos encontraríamos en una situación crítica para la democracia. Pero vamos hacia eso.

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