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Europa de veintisiete: un debate sincero

Europa de veintisiete: un debate sincero

Ahora que conmemoramos el sexagésimo aniversario de la UE también estamos celebrando el nacimiento de un proyecto europeo renovado

JEAN-CLAUDE JUNCKER - PRESIDENTE DE LA COMISIÓN EUROPEA MIGUEL ARIAS CAÑETE COMISARIO DE ACCIÓN POR EL CLIMA Y ENERGÍA

Viernes, 24 de marzo 2017, 17:17

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Desde siempre, la integración europea ha sido un proyecto creado por y para los ciudadanos, un movimiento impulsado por una generación que aunó sus voces en una solemne proclamación: ¡Nunca más! Con la firma de los Tratados de Roma, el 25 de marzo de 1957, los seis primeros miembros de la UE relegaron los fantasmas del pasado europeo a los libros de historia, para que se quedasen allí como ejemplos de lo que nunca debería repetirse.

Ahora que conmemoramos el sexagésimo aniversario de esta fecha trascendental también estamos celebrando el nacimiento de un proyecto europeo renovado. En el mundo cambiante e incierto que nos rodea, ha llegado el momento de reafirmar nuestro compromiso con la unidad, en el que todos los ciudadanos y todos los Estados miembros sean tratados del mismo modo. La nueva Europa de los veintisiete debe actuar con firmeza para atender las expectativas de los ciudadanos y mostrarles simultáneamente esperanza y determinación.

Para ello, debemos buscar nuevas respuestas a una cuestión tan antigua como joven es nuestra Unión: ¿cuál es ahora la próxima etapa? Esta respuesta no sólo debe llegar de Bruselas. Europa no puede ser gobernada a través de decretos o dirigida desde una «torre de marfil». La cuestión planteada debe someterse a la ciudadanía.

Durante demasiado tiempo ha existido una divergencia entre las expectativas de la población y lo que Europa es capaz de lograr. No debemos pretender que Europa solucione por sí sola todos los problemas como el cambio climático o la crisis de los refugiados. Pero los Estados por su cuenta tampoco pueden conseguirlo todo: es evidente que necesitan cooperar, por ejemplo, en la gestión de nuestras fronteras exteriores o en las interconexiones energéticas entre los países europeos. Creemos, por el contrario, que es hora de que tengamos un debate realmente sincero sobre qué es lo que deseamos de nuestra Unión.

Podríamos seguir igual, continuando la labor actual. Sin dormirnos en los laureles, pero centrando toda nuestra energía en la resolución de los principales asuntos, completando el mercado interior, creando el mercado único digital, avanzando en una unión de la energía y en materia de defensa. También podríamos ir en la dirección opuesta, optando por una EU-27 centrada en el mercado único. Pero Europa es mucho más que un mercado de bienes y capitales. Afirmar otra cosa es traicionar los valores por los que hemos luchado durante siglos.

Como tercer escenario, podríamos permitir a los Estados miembros que lo deseen adelantarse en algunos ámbitos ya delimitado por los Tratados, dejando la puerta abierta para que otros los sigan cuando estén preparados. Ya sucede así en realidad; distintos grupos de países europeos tienen ya previsto crear un tribunal de patentes de la UE, o armonizar sus legislaciones nacionales en materia de regímenes patrimoniales de las parejas internacionales, o crear una Fiscalía Europea para erradicar el fraude contra el presupuesto de la UE. Como muestran estos ejemplos de cooperación reforzada, no es necesario que todos avancemos al mismo ritmo, pero sí que lo hagamos en la misma dirección.

Una variante de este escenario podría ser que los países de la EU-27 hicieran mucho más, todos juntos, en unos pocos ámbitos en los que nuestras acciones realmente tienen un valor añadido y donde los ciudadanos esperan que actuemos. En la práctica se trataría de «hacer menos», pero de forma más eficiente, en los ámbitos en los que los Estados miembros no logran llegar a un acuerdo o están mejor situados para solventar los asuntos por sí solos.

La última posibilidad es que los Estados miembros decidan pisar a fondo el acelerador y compartir más competencias, recursos y tomas de decisiones en todos los ámbitos.

Los cinco escenarios son factibles y, sin duda, serán objeto de un acalorado debate en los parlamentos nacionales, los gobiernos, la sociedad civil y todos los grupos sociales. En realidad, el futuro de Europa quedará perfilado con toda probabilidad en un sexto escenario, que ustedes mismos trazarán.

Europa tiene una cita con las urnas en 2019 y, desde hoy hasta las elecciones, queremos que todas las voces sean escuchadas. Nuestro porvenir nos debe pertenecer a todos, y todos nosotros debemos configurarlo. No debe pertenecer ni a los políticos ni a las instituciones, sino a los ciudadanos a quienes representan. En lo que se refiere a la UE, a los gobiernos siempre les ha resultado demasiado fácil decir lo que no quieren. Ahora les corresponde organizar y participar en debates que lleguen a todos los rincones de Europa y a cada sección de la sociedad, a fin de determinar qué es lo que sí quieren.

Sea cual sea la vía que acabemos siguiendo, es nuestro porvenir y somos nosotros quienes hemos de conformarlo.

Hace sesenta años, Europa logró lo inalcanzable: detener la eterna tragedia europea de guerra y paz. Pero esta Europa no es una realidad inmutable. Europa siempre ha sido una elección, y lo sigue siendo hoy. Y las elecciones que hagamos hoy o mañana deben ir guiadas por una comprensión plena de sus repercusiones, tanto para nosotros como para las generaciones venideras.

Porque no se nos juzgará por lo que hemos heredado, sino por aquello que podamos legar.

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