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EL CONFERENCIANTE

MANUEL ALCÁNTARA

Jueves, 30 de marzo 2017, 00:06

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El presidente de la Generalitat, a pesar de sus derrotas, no se da por vencido. Mientras, pelean los ratones, a ver quién se lleva el gato al agua. No hay nada más engorrroso que un orador frustrado. Los que tienen que tragarse sus palabras comprueban que no era una dieta adecuada, pero desean ampliar su auditorio. Carles Puigdemont ha pedido por carta, que no puede ser fallida porque no busca a casi nadie, dirigirse al Senado para pronunciar una conferencia en la llamada Cámara alta el próximo 24 de abril. El tema es el de siempre, aunque el orador sea distinto. Se trata de exponer sus ideas, que se resumen en una sola: la independencia de Cataluña. Eso es todo, pero no únicamente para los que echan discursos, sino para los otros españoles que no queremos echarlo todo a rodar.

El gran Blas de Otero se murió pidiendo la paz y la palabra, pero el pequeño Puigdemont lo que pide es consumar la fragmentación. Los que no somos nacionalistas nos habíamos acostumbrado a vivir en una nación, pero la sexta conferencia de presidentes autonómicos nos trae más locos de lo que ya estábamos.

Hay más portavoces que sonidos y los que escuchamos atentamente no distinguimos a los que hablan. Su metal de voz se parece mucho al llamado 'vil metal', que es como llamaban nuestros abuelos y nuestros padres procesales al dinero. Si Cataluña fuese la región más pobre, lo que sería terriblemente injusto, ya que es la que más ha hecho y ha conseguido por alejarse de la miseria, ¿querría separarse del resto? El dinero es siempre contaminante, incluso para la geografía, que nunca ha sido amor, sino aritmética. En la Cámara alta van a sonar voces que no podremos oír los que vivimos en los sótanos por mucho que grite el conferenciante. Las dos Españas son varias, pero todas son nuestras. Hasta ahora.

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