Borrar

El espejismo turco

El futuro de la UE está en no rechazar a nadie, pero tampoco en admitir nuevos socios de forma precipitada

DIEGO CARCEDO

Martes, 21 de marzo 2017, 23:27

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Unos años atrás la situación en Turquía se convirtió en un espejismo. Era un país emergente, con una economía pujante y un Gobierno musulmán, el de Erdogan, que apuntaba maneras democráticas. Incluso se elogió que su identificación islámica lo homologaba con lo que durante tantos había sido en Europa la Democracia Cristiana. España fue de los países que enseguida respaldaron su pretensión de incorporarse a la Unión Europea. Primero fue el presidente Aznar quien se mostró entusiasmado con la idea y enseguida la respaldó Rodríguez Zapatero quien lo incorporó con euforia a su iniciativa estrella, la Alianza de Civilizaciones.

El Gobierno turco contribuyó a acreditar estas esperanzas con algunos cambios en sus leyes para adaptarlas a las exigencias de Bruselas. Pero sin entusiasmo, todo hay que decirlo. Contaban con el respaldo interesado de los EE UU pero no tanto con el de algunos países miembros como Francia, Alemania u Holanda que con sutilezas diplomáticas empezaron a ponerle freno a los progresos de los negociadores. Sus gobiernos no confiaban que al final Erdogan y su partido garantizasen la libertad y la democracia en un país tan complicado, inestable, y expuesto a las corrientes de fanatismo religioso que se estaban extendiendo por los países vecinos.

Al final la negociación entró en dique seco y los acontecimientos en Turquía comenzaron a precipitarse en la dirección opuesta a lo que la UE exige. Erdogan abandonó su tibio respeto a las reglas democráticas e inició una escalada imparable para islamizar al país y a perpetuarse él en el poder. Un intento de golpe de Estado de dudosa inspiración le sirvió unos meses atrás de argumento para encarcelar a decenas de miles de personas, para clausurar medios de comunicación y para encarcelar a jueces, profesores y periodistas a centenares. Hoy Turquía es una dictadura cada vez menos disimulada.

El envalentonamiento que provocó a Erdogan la victoria de Donald Trump, cuya Administración le promete respaldo y compartir animadversión a una UE que frenó sus ambiciones, está generando tensiones como las que estos días enfrentan su Gobierno con el holandés. En poco tiempo Turquía, lejos de reafirmarse en el puente democrático entre el mundo cristiano y el islámico que se contemplaba, se ha convertido en un problema en el que Ankara tiene la llave de la llegada de refugiados de los conflictos vecinos a Europa.

Mientras los gobiernos de la UE intentan rebajar las tensiones que cobraron su virulencia estos días con la oposición de las autoridades de Holanda a que dirigentes turcos montasen mítines políticos tumultuarios en su territorio, muchos nos preguntamos ¿cómo sería esta situación si Turquía fuese por su número de habitantes de la Unión con toda la capacidad de decisión que eso le estaría proporcionando? El futuro de la UE es no rechazar a nadie, pero la precipitación al admitir nuevos socios ya está sobradamente demostrado que es nefasta.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios