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Abrumados

MANUEL VILAS

Sábado, 11 de marzo 2017, 00:10

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La distinción entre el musulmán moderado y el radical y yihadista tiene los días contados. Tenía que pasar. Donald Trump es el primero que va a sacar partido de eso, porque está en el ambiente. Es tal vez uno de los fracasos más sonados de la izquierda, que se ha quedado sin recursos intelectuales para saber cuáles son los límites de la tolerancia. Se está produciendo, además, una interesante doblez moral. Pocos votantes occidentales, especialmente los ciudadanos de la Unión Europea, confiesan que ya no quieren distinguir más lo que la izquierda les pide: que distingan entre el musulmán bueno y el terrorista. No se atreven a verbalizar su hartazgo, pero cuando van a votar lo hacen. Las encuestas ya no van a ser fiables en mucho tiempo. Nadie confiesa que va a introducir en la urna un voto que renuncia a la integración.

Lo gracioso es que el ciudadano europeo que ya no quiere distinguir entre el musulmán bueno y el malo no es un ciudadano de derechas, sino más bien un ciudadano derrotado, cansado, abrumado. Todos estamos abrumados, ese es el problema. El populismo muerde allí donde la socialdemocracia pide tolerancia. La conversión de la izquierda en una élite intelectual y política, con sus escritores, sus ministros, sus cantantes y sus filósofos, ha fortalecido al populismo. El otro día vimos en las televisiones del mundo la enésima jactancia de Trump contra Europa, esta vez contra París. Dijo Donald Trump que París ya no valía la pena. Obviamente, eso es mentira. Pero Trump sabe nombrar ese lugar del conflicto no resuelto. Es evidente que tenemos un problema. Trump lo está nombrando, está diciendo que ya no es tiempo de distinguir el musulmán moderado del radical. Marine Le Pen piensa lo mismo. El ciudadano europeo no quiere pensar lo mismo. Quiere pensar otra cosa. Pero necesita políticos inteligentes, y no los encuentra. Si el populismo triunfa, es porque al otro lado no hay inteligencia. Escribía Juan Ramón Jiménez «inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas».

Los políticos progresistas europeos tienen que nombrar las cosas. Hay palabras gastadas. Y estamos abrumados. Nadie quiere salir a las calles de París, de Berlín, de Roma o de Madrid y encontrarse con la Edad Media resucitada, aunque sea una Edad Media templada. La tolerancia con el musulmán moderado tiene los días contados. ¿Cuál es la postura políticamente progresista ante esta situación? Bueno, seamos volterianos, recordemos al musulmán moderado que hay sobrados indicios para pensar que Ala no existe. Solo decir esto, y la izquierda tiembla y resopla y se asusta y se diluye y se marcha. Estamos abrumados. Estamos acabados. Solo nos queda leer a Voltaire en la intimidad. Muy en la intimidad.

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