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Unidad y humildad

«La victoria de Iglesias fue tan incontestable como lo es ahora el poder que acumula dentro del partido. La unidad parece, pues, un objetivo fácilmente realizable (al menos, 'su' unidad) mientras que la humildad llevará más trabajo»

ÓSCAR GARCÍA AGUSTÍN - POLITÓLOGO. PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE AALBORG (DINAMARCA)

Domingo, 26 de febrero 2017, 00:01

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Constataba Francis Fukuyama (el mismo que predijo el fin de la historia) en el 2013 que no había surgido ningún Tea Party (el movimiento de extrema derecha precursor del fenómeno Trump) de izquierdas capaz de llevar a gente procedente de los movimientos sociales a posiciones institucionales de poder. En otras palabras, lo que no había aparecido era un partido del 99% que plantara cara institucionalmente a los intereses del 1%. En España pasó, sin embargo, algo curioso. Sí se fundó un partido de izquierdas nuevo, Podemos, enraizado en las luchas sociales, las del 15M, así que lo que hubo que terminar inventando fue un Podemos de derechas, Ciudadanos.

Hace ya unos días que Podemos celebró Vistalegre II, su primer congreso nacional tras la doble convocatoria electoral. Podemos llegaba en una situación que no es nueva en la izquierda: por un lado, un sector dispuesto a apoyar a un gobierno de 'progreso' (esto es, incluyendo al PSOE) y, por otro, el sector contrario a cualquier tipo de acuerdo o apoyo gubernamental. Lo que no es tan común es que el sector mayoritario sea el segundo y que el sector favorable a pactar no sea el que controle el aparato del partido.

Como en la actual coyuntura, apoyar a un gobierno de 'cambio' carece de relevancia, el debate, personificado en torno a Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, giró en torno a elegir entre la oposición en las calles o en el parlamento. El tono bronco y las descalificaciones, políticas y personales, hacían presagiar una 'asamblea' conflictiva (de ruptura interna, decían algunos). Sin embargo, Vistalegre II, como ya ocurrió con Vistalegre I, demostró que aunque el resultado no sea bueno, siempre podía haber sido peor. Además, terminada la asamblea se abre un tiempo más calmado para la mejora.

Es curioso que Podemos, con un origen asambleario, no haya establecido todavía mejores mecanismos deliberativos y de debate. Algo que se echó en falta sobre todo antes de Vistalegre II (lo deseable hubiera sido que se celebraran más debates y que hubiera habido menos entrevistas en televisión y campañas de twitter) y también durante la asamblea. Las consultas o las primarias internas son mecanismos todavía mirados con desconfianza por los partidos políticos tradicionales. Por eso, los nuevos partidos deberían explorar con más firmeza esa vía: dado que Ciudadanos usa las primarias como una estrategia de marketing, Podemos sí que debería esforzarse en reorientar algunos de los mecanismos de participación.

No ayudó mucho el carácter plebiscitario de la convocatoria: el conmigo o sin mí de Pablo Iglesias. Debería haber espacios de pluralidad y posibilidad de acuerdos para que no todos los documentos tengan que ser de la misma candidatura o que dicha candidatura tenga que contar también con la mayoría del consejo ciudadano. No es fácil encontrar modos de fomentar la pluralidad dentro de los partidos (la experiencia política española es un buen ejemplo) pero un partido que se reconoce heredero de la diversidad del 15M debería mantener dicho horizonte y abrir espacios, cuanto menos, para la confrontación de ideas.

Los asistentes a Vistalegre lo tenían claro cuando gritaron al unísono «Unidad, unidad». Un grito dirigido principalmente para los números uno y dos de Podemos, tras semanas de enfrentamiento mediático que dejó perplejo a gran parte de los simpatizantes de Podemos. El grito de 'unidad' aspiraba así a tener un efecto performativo, es decir, el mero hecho de gritar 'unidad' debería llevar a Iglesias y Errejón a actuar en consecuencia y fomentar la unidad dentro del partido. La unidad gritada en Vistalegre II se opone a la división, tan visible en las últimas semanas, pero no debería cerrar el paso a la pluralidad. Ya lo dijo Teresa Rodríguez, de Anticapitalistas (quienes veían, a diferencia de Vistalegre I, cómo habían dejado de ser el enemigo interno): unidad y humildad (todos 'remeras y remeros') pero también más pluralidad.

Pablo Iglesias se comprometió a actuar conforme al mandato de la unidad y la humildad. La victoria de Iglesias fue tan incontestable como lo es ahora el poder que acumula dentro del partido. La unidad parece, pues, un objetivo fácilmente realizable (al menos, 'su' unidad) mientras que la humildad llevará más trabajo. Si bien la línea estratégica propuesta por Iglesias sale fuertemente respaldada y está legitimada para ser aplicada en los próximos años, es más dudoso que se haya avanzado en la organización interna del partido. Podemos depende todavía mucho del liderazgo de Iglesias y Vistalegre II refuerza dicha dependencia.

En este período de baja intensidad electoral, el Podemos que sale de Vistalegre II debe seguir afrontando el reto de cómo se conforma el partido del 99%. Tiempo habrá para ver si la estrategia propuesta por Iglesias de formar un bloque histórico (el 99% en las calles) es suficiente para ampliar otras mayorías: la social y la electoral. Durante todo este período, Podemos tendrá en frente a la maquina electoral más eficaz: la del PP. El partido del 95,6% (el del número de compromisarios que votó a Rajoy) no tiene tantas preocupaciones, ni por la democracia interna ni por la externa ni por la corrupción. Porque el PP ha mostrado sobrada capacidad para la unidad. ¿Y la humildad? También. El PP siempre ha sido bueno para pedir humildad a los demás partidos. De ahí que se agradeciera que, para variar, unidad y humildad se aplicaran dentro de un partido.

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