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Odio en Cataluña

El clima de crispación, de desprecio del otro, se ha ensanchado de manera preocupante

JOSÉ MARÍA CALLEJA

Viernes, 24 de febrero 2017, 00:38

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Dice la fiscala jefe de Cataluña, Ana Magaldi, que «nunca había visto una mirada de odio» como la que le lanzaron unos jóvenes asistentes a la concentración por el juicio a Artur Mas y otros dirigentes nacionalistas catalanes.

Esos jóvenes dijeron a la fiscal que se fuera de Cataluña, la llamaron «fascista», «mierda» y la miraron con un odio que a esta mujer le dio miedo. Todo ocurrió en el palacio de justicia de Barcelona.

Esta agresión no es un hecho aislado y responde a un clima de crispación, de desprecio del otro, que se ha ensanchado en Cataluña de manera preocupante durante los últimos años.

La siembra sistemática de odios, la permanente construcción de un enemigo al que se tilda de extranjero, la continua elevación de muros mentales donde antes había convivencia fluida y respeto a los que no piensan como uno, acaban creando seres odiantes, en permanente cabreo y que llegan a creerse que la solución de todos sus males pasa por que se vayan de su vista aquellos a los que consideran culpables.

Algunos medios de comunicación y alguna pluma al servicio del nacionalismo extremo han tratado de ridiculizar a la fiscal: «Qué donaire, qué altiva valentía, qué cigarrillo seductor», ha escrito Pilar Rahola. Mas ha despejado cualquier análisis más serio, que hable del deterioro de la convivencia y de la agresión a una representante de la justicia, atribuyendo a la libertad de expresión los insultos de los jóvenes con miradas de odio. Es decir, han rematado la faena del joven odiante.

Lo más lamentable de todo este proceso de excitación nacionalista es precisamente eso: el deterioro de la convivencia entre catalanes; el que donde antes había un clima civilizado, se le diga ahora, al que no participa del discurso nacionalista, que se vaya fuera del país. O que a la directora de colegio que pidió por escrito una orden para abrir su centro el 9N para el simulacro de cartón de referéndum, se la despache a puntapiés con frase del tipo «es una murcianita».

La fiscal no es la primera persona insultada, antes se ha atacado a políticos, especialmente del partido de Albert Rivera, a los se les aplica español como si fuera un insulto, también a periodistas que se niegan a contribuir o tragar con el clima agobiante que ha creado el nacionalismo a través no sólo de sus medios.

No se si al final habrá o no referéndum, a veces da la sensación de que algunos que lo proponen han caído en la cuenta de su imposibilidad, pero siguen agitando el anuncio para no ser tildados de traidores.

El daño ya esta hecho y hoy existe odio, no solo en las miradas de ese joven y otros como él, y miedo a expresarse en contra del clima de opinión establecido como mayoritario. No son precisamente síntomas democráticos.

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