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Hipotecas y responsabilidad

«La banca ejerció de demanda y oferta al mismo tiempo, y hasta de tasadora, de forma que todo encajase; el nuevo comprador de vivienda solo podía decir sí o sí a cualquier condición, pues sobraban compradores»

JOSÉ MANUEL MARTÍNEZ DE AUSEJO

Martes, 21 de febrero 2017, 23:52

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Está el ambiente que saltan chispas a causa de las sentencias judiciales y del Tribunal de la UE sobre cláusulas hipotecarias nulas, ilegales, injustas. El presidente de BBVA acusa al de Bankia de hacer de Papá Noel. El ministro de Economía, que olvida que fue representante hasta su quiebra de Lehman Brothers, amenaza con cambiar la ley en perjuicio del consumidor, aunque dice lo contrario.

Para comprender lo que sigue, lo mejor es explicar la correlación que hay entre inflación y tipos de interés. Y las medidas que pueden tomarse ante una crisis de crecimiento económico. Muy sintéticamente, sería como sigue.

Si la inflación es alta, la forma más sencilla de atacarla es subiendo los tipos de interés, que detraen dinero del sistema y originan una disminución de la demanda que, a su vez, contrae los precios. Es lo que llamamos una 'medida monetaria'. Las crisis de crecimiento se tratan mejor incrementando el gasto público, mejor con inversión que con puro gasto. El efecto que se consigue es aumentar la demanda y con ésta la producción de bienes y servicios. Aquí se trata de 'medidas fiscales'. También pueden bajarse los tipos de interés o inundar de dinero el mercado como última opción.

En 1992, los criterios de convergencia de Maastricht fijaron unos límites fiscales para todos los Estados: un 3% máximo de déficit sobre el PIB del año anterior y un 60% de deuda pública sobre el PIB. Con la entrada en el euro cambiaron las reglas del juego en cuanto a medidas monetarias. Cualquier medida, como la variación de tipo de interés, afecta a todos los socios. Éticamente no sería correcto utilizar medidas monetarias si con ellas se solucionan los problemas de unos socios pero se complica la economía de otros.

Y esto es lo que ocurrió en 2001. Alemania entró en problemas de crecimiento y lo lógico hubiera sido atacar el problema solo con medidas fiscales, aun superando los criterios de Maastrich, como así se hizo. Esto hubiera afectado solo a Alemania, que hubiera solucionado su problema sin dañar a los demás. Pero no se conformaron con esto. El BCE se transmutó en Bundesbank y comenzó a bajar el euribor. España debió protestar enérgicamente ante el BCE y Bruselas y no apoyar la medida.

Al bajar el tipo de interés, el número de hogares que pudieron decidir comprar vivienda creció exponencialmente, pues la cuota mensual es más baja. La cuota de una hipoteca de 100.000 euros a 30 años bajó de 600 a 420 euros de primeros de 2001 a mediados de 2005 (6% frente a 3% de interés). Todo esto propició una demanda altísima de viviendas e hipotecas. Ante este hecho, pudieron tomarse dos caminos:

Camino prudente. La economía es 'procíclica' (sube, baja, sube, baja.) por la sencilla razón de que está manipulada por el ser humano, altamente proclive a la irracionalidad; por esto, la economía no es una ciencia exacta, sino social. Nunca jamás un ciclo económico alcista ha llegado, ni con mucho, a los 30 años, por lo que había una probabilidad altísima, muy cercana a la certeza, de que en la siguiente crisis económica cientos de miles de hipotecados se vieran en problemas de pago. La decisión compartida entre Gobierno, Banco de España y banca debió ser frenar por todos los medios esa barbaridad.

Luego está el camino al suicidio económico, dejar la naturaleza humana a sus apetitos. Y fue de la siguiente manera. La banca, que no olvidemos ejerce una actividad delegada del Estado desatendió por completo la prudencia que, con toda seguridad, plantearon sus economistas; puenteó todas las reglas exigibles para la concesión de préstamos; financió la especulación de suelo inmobiliario (que elevó su valor en dos, tres o más veces), la construcción de viviendas y la venta mediante hipotecas. Con este comportamiento, ejerció de demanda y oferta al mismo tiempo, y hasta de tasadora, de forma que todo encajase. El nuevo comprador de vivienda solo podía decir sí o sí a cualquier condición, pues sobraban compradores.

Nadie, ni en especial el Estado obligado a proteger al consumidor, hizo nada. ¿Y en estas circunstancias tiene el ciudadano de a pie que soportar todas las meteduras de pata de la banca y los gobiernos españoles y extranjeros, locales y comunitarios? Se pueden rehacer leyes para peinarlas de todos los privilegios conseguidos por los grupos de presión. Se pueden hacer leyes que aproximen la justicia al ciudadano. Pero de nada sirve parchear una ley que hace aguas por todos lados; siempre quedarán vías para la injusticia y el privilegio.

Lo que sí puede hacerse es copiar lo bueno que tienen otros, como es la cultura de la responsabilidad. Durante el último año, nos han llegado noticias de EEUU sobre cuantiosas multas a empresas y bancos propios y europeos que se cuestionan, pero se pagan sin rechistar tras el acuerdo. Porque allí, quien lo hace lo paga. La seguridad jurídica no es solo para los grandes, es para todos. Y en el caso de las hipotecas, a quien hay que proteger es al hipotecado, la víctima de ese tremendo desaguisado. Y a quien hay que exigir es a los responsables: los bancos y el Estado.

Y con Alemania, la 'austeridad expansiva'., ¿qué hacemos?

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